El vigía del fin del mundo


Heimdall es el más solitario de los dioses. Desde las torres de su palacio Himinbiorg, situado en el último confín del universo, sobre el Bifrost, el puente tambaleante que conduce a Asgard, vigila que ningún gigante de la escarcha cruce por él. Se trata de una labor tediosa, pero Heimdall nació especialmente dotado para llevarla a cabo: duerme menos que un pájaro, puede oír a la hierba crecer y ve a una distancia de cien millas, características propias del vigía perfecto.

Su nacimiento fue milagroso en extremo. Se dice que las nueve Doncellas de las Olas, las hijas de Aegir, el dios de los océanos, lo concibieron simultáneamente. Para ello se unieron a Odín durante una ocasión en la cual este había descendido a Midgard y paseaba junto a la orilla del mar.

Heimdall se caracteriza por su bondad y su sabiduría. Los demás dioses buscan su consejo siempre que aparece alguna situación problemática, como, por ejemplo, cuando el gigante Thrym robó el martillo de Thor y pidió a cambio a Freyja.

Según el "Canto de Rig", de la Edda Mayor, Heimdall sería además el fundador de los tres estamentos de la sociedad vikinga: los esclavos, los hombres libres y los aristócratas.

Es por tanto un dios del orden, creador del orden humano y guardián del orden divino. Así no resulta extraño que en varios mitos tenga como antagonista a Loki, el dios del caos.

Su objeto más característico es el cuerno Giallarhorn, que hace sonar para dar la señal de alarma. Su poderoso bramido estremece el aire siempre que alguno de los enemigos de Asgard camina sobre el arco iris sagrado.

Según profetizó la adivina, cuando esté completo el Nalfgar, el drakkar que se construye en Hel con las uñas de los muertos, las fuerzas del caos, comandadas por Loki, cruzarán el Bifrost quebrándolo a su paso. El Gjallarhorn resonará entonces con tanta fuerza que podrá ser escuchado en los nueve mundos llamando a los dioses a la última lucha...

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