El indio, nuestro bisabuelo, era silencioso, áspero, heroico y amaba a la tierra como la ama el espinillo. Se defendía con boleadoras de roca mora, lanzas de madera curada y flechas de urunday.
Cuando llegaron los españoles declararon la guerra, al principio los españoles perdían, pero habían quedado muy pocos indios. Hicieron fogatas pegando gritos, declarando otra guerra. Cuando los indios salieron del cerro, los españoles los mataron y el último cacique quería llegar al río, pero no le alcanzaron las fuerzas y entonces se abrió la herida, sacó su corazón rojo que se transformó en un churrinche y ahí anda el churrinche que no canta por no llorar.
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