El Emperador Amarillo


Después de quince años, el reinado de Huang Di, el “Emperador Amarillo”, empezó a pasar por serios apuros. Aunque sus súbditos estaban encantados con tan benevolente emperador, Huang Di empezaba a descuidar sus obligaciones imperiales y pasaba la mayor parte del tiempo dedicado al placer, hasta que su piel se volvió macilenta y sus sentidos empezaron a embotarse. Pasaron otros quince años, y con ellos llegó una época de desorden social, pero el emperador no hizo nada por remediarlo.

Finalmente, comprendido que era inútil su lucha contra la apatía que se había apoderado de él, dejó en manos de sus ministros todas las decisiones y se recluyó en una cabaña que había en el patio principal, para disciplinar su mente y cuerpo con el ayuno. Un día soñó con el reino de Hua-hsu, una tierra “a la que no pueden llegar los barcos, ni el carro, ni el pie humano”. Era aquél un lugar ideal, poblado por gentes que no conocían el deseo ni la ambición, y que cabalgaban por el aire “como si anduvieran sobre la tierra, y dormían en él como en sus mismas camas”.

Cuando despertó, Huang Di anunció a sus ministros que “es imposible la búsqueda de la Senda Tao a través de los sentidos. Lo sé, lo he descubierto, pero no os lo puedo explicar”. Huang Di experimentó una radical transformación y desde ese momento su reino gozó de orden y estabilidad semejantes a los que había visto en la región de Hua-hsu. Al morir se convirtió en un hsien, o inmortal, y sus súbditos lloraron su muerte durante doscientos años.

2 comentarios:

EriKa dijo...

Tardó un poquillo en darse cuenta que había que hacer algo.Que 30 años más duros pasaron los súbditos.:)

S. dijo...

No veas si lloraron...