El reinado del Caos




Según la mitología clásica, es decir, la griega, al principio reinaba el caos. El mundo era una masa informe de aire, tierra, agua y fuego. En un determinado momento, del caos salieron Gea, la madre tierra y Eros, que es el símbolo de la vida. Después se modeló la figura de Erebo, que representa a las tinieblas. En este punto empezaron a tomar forma los diversos elementos. De Gea nació Ponto, es decir el mar, y Urano, el cielo que inunda la tierra de benéfica lluvia. De la unión de Gea y Urano nacieron los Cíclopes, gigantes con un solo ojo en la frente, los Hecatónquiros gigantes que tenían cien manos y los Titanes.

Pero el padre de toda esta familia numerosa, en un momento de mal humor, hundió a los Cíclopes y a los Hecatónquiros en el profundo Tártaro, que es como decir que los mandó al infierno. Los Cíclopes consiguieron salir bien librados porque se convirtieron en nada menos que en ayudantes de Hefesto en el cráter del Etna. Pero Urano no había contado con la mujer. Gea encargó a Cronos que era el más joven de los Titanes, que vengase a sus hermanos. Y a Cronos (el tiempo) no se le ocurrió otra cosa que quitarle a su padre el trono y gobernar el universo en su lugar.

Como ya había conseguido situarse, Cronos pensó pronto en tener familia. Se casó con Rea, que más tarde recibió el nombre de Cibeles y de esta unión nacieron grandes divinidades: Hera, Deméter, Hestia, Ares, Poseidón y Zeus.

Zeus mandó a Cronos al Tártaro, y se convirtió en el dios supremo. Pero entonces tuvo que vérselas con los Titanes mandados por Tifón, que pretendían hacer la escalada al Olimpo. La lucha fue, como no podía ser menos, titánica pero al final Zeus salió vencedor. Y el olimpo que en realidad es el monte más alto de Grecia, fue a partir de entonces su dominio absoluto.

De la gran madre tierra nacería el primer hombre que tenía por nombre Pelasgo, había dado origen a los pelasgos, primeros habitantes de Grecia. Al Principio los hombres vivían felices porque no conocían el dolor ni la fatiga; además la tierra producía espontáneamente su fruto. Después con la segunda generación, el hombre conoció el odio y el mal; los descendientes de Pelasgo eran seres imperfectos y por lo tanto necesitaban ayuda. Es aquí donde aparece el maravilloso mito de Prometeo.


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Juan Machete




El diablo le dijo a Juan que agarrara un sapo y una gallina, a los cuales debería coserle los ojos y enterrarlos vivos un Viernes Santo a las doce de la noche, en un lugar apartado, luego debería invocar el alma y el corazón. Juan cumplió con lo encomendado. Pasando varios días, el hombre se dió cuenta que los negocios prosperaban.

Una madrugada se levantó temprano, y al ensillar su caballo divisó un imponente toro negro, con los cuatro cascos y los dos cachos blancos. Pasó este hecho desapercibido y se fué a trabajar como de costumbre.

En la tarde regresó de la faena y observó que el toro todavía se encontraba merodeando la casa. Pensó "será de algún vecino". Al otro día lo despertó el alboroto causado por los animales, se imaginó que la causa podía ser el toro negro. Trató de sacarlo de su territorio, pero esto no fue posible porque ningún rejo aguanto.

Cansado y preocupado con el extraño incidente se acostó, pero a las doce de la noche fue despertado por un imponente bramido. Al llegar al potrero se dió cuenta que miles de reces pastaban de un lado a otro. Su riqueza aumentó cada vez más. Dice la leyenda durante muchos años fue el hombre más rico de la región.

Hasta que un día misteriosamente empezó a desaparecer el ganado y a disminuir su fortuna hasta quedar en la miseria. Se dice que Juan Machete después de cumplir su pacto con el diablo, arrepentido enterró la pata que le quedaba y desapareció en las entrañas de la selva.

Cuenta la leyenda que en las tierras de la marraneras deambula un hombre vomitando fuego e impidiendo que se desentierre el dinero de Juan Machete.


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Agitación del océano




Un día todos los dioses de la India se reunieron en el monte Meru, el ombligo del mundo, para discutir cómo harían para obtener el amrita elixir de la inmortalidad, que se hallaba escondido en las profundidades del océano.

Ante la sugerencia de Visnú, deciden agitarlo y utilizan a Vasuki, la serpiente, como cuerda, y al monte Mnandara, situado sobre una tortuga, como paleta.

Los Deva, los dioses amables con la humanidad, tomaron a Vasuki por un extremo, y los Asura (o anti dioses) lo hicieron por el otro. Según tiraban, la paleta daba vueltas para uno u otro lado, agitando el océano que de pronto, se hizo lechoso y se convirtió en manteca.

Los dioses continuaron batiendo esta peculiar mezcla y lentamente surgieron catroce cosas preciosas: entre ellas, el sol, la luna, Lakshmi (esposa de Visnú) y finalmente, Dhanvantari, el médico del fios, llevando el amrita.

Los Deva y los Asura querían probarlo a toda costa, pero Visnú engañó a los Asura para que no lo hicieran. Tan solo Rahu ("el que agarra") una suerte de demonio, bebió un sorbo. Pero para impedir que alcanzara la inmortalidad, Visnú le cortó la cabeza. Sin embargo, siguió siendo inmortal y le declaró la guerra a Soma, el dios de la Luna, al cual se tragó y regurgitó varias veces, en un intento por hallar más elixir de la inmortalidad.


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La sombra del desierto




Esto sucedió en Arabia hace 500 años. En la época en la que toda la gente en su mayoría eran ladrones y muy poca gente honesta quedaba. Un día un anciano cansado de que le robaran sin cesar hizo un hechizo en el cual invocó a Anubis, el Dios de la muerte, y le pidió una solución. Nada sucedió durante unos meses y el mismo hombre invocó nuevamente a Anubis pero en este intento despareció.

Nadie sintió su falta puesto que no tenía familia, pero cada vez que los ladrones después de un ataque se iban al interior del desierto, éstos eran decapitados. Una vez, un grupo de ladrones se lanzó a averiguar qué sucedía, entre su equipo había un joven niño el cual jamás había robado. Esperaron hasta la noche y cuando estaban dispuestos a irse todos fueron decapitados a una velocidad impresionante. Sólo el niño sobrevivió y cuando le preguntaron qué sucedió, él afirmó tan sólo ver una sombra y por esta razón la bautizaron "La sombra del desierto".


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Leyenda del vino




Había una vez, hace muchos siglos, un rey persa llamado Jamshid, apasionado por las uvas. Las mujeres de su harém le traían fuentes enormes y lustrosos racimos, de todos los tonos y fragancias imaginables, que él desgranaba, displicente, sólo atento a las sorpresas que podía depararle el ocio.

A fin de saborearlas todo el año, cuando concluía la temporada las guardaba dentro de unas vasijas en una habitación fresca de su palacio. Un día descubrió que las uvas habían estallado y que un líquido espeso manaba de ellas. Era un licor que olía fuertemente a una acritud que en nada recordaba la dulzura de los frutos. Jamshid, descorazonado, tuvo la certeza de que el jugo se había convertido en veneno y advirtió a sus cortesanas del peligro.

Una de ellas, habiendo perdido los favores del rey y, por lo tanto el sentido de la vida, decidió suicidarse y se deslizó en la celda de las ánforas. Bebió un sorbo de la extraña pócima y se sintió inmediatamente mareada. Las piernas le temblaban y su corazón empezó a rebosar dentro de ella. Su piel se estremecía y cada vez más su cuerpo probaba un llamado a la alegría y al deseo. Entonces tomó una jarra, la llenó del brebaje oscuro y se dirigió a la alcoba del rey cayendo a sus pies en medio de risas y rubores.El rey no pudo contenerse ante una imagen tan plena de felicidad y probó aquella pócima que no era más que licor. De pronto había subido también a las estrellas. Danzaron, rieron y se amaron. Ella reconquistó a su amante y la humanidad ganó el privilegio del vino.


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Premio 'Vale la Pena'




Azalia, desde su blog El Frasco Lleno nos concede el premio "Vale la Pena".

Me voy a saltar las reglas, ya que conozco muchos blogs y sería complicado escoger sólo unos pocos para repartirlo, porque todos, por un motivo u otro lo merecen.

Muchas gracias Azalia!


Sleipnir, el caballo de Odín




Según la mitología nórdica, la pared que encerraba a Asgard fue destruida durante una batalla entre los Vanir y los Aesir, saliendo de un ataque de los dioses vulnerables a un ataque de gigantes. Un día un constructor llamado Blast vino a Asgard y ofreció reconstruir la pared sólo si la Diosa Freya consentía en ser su esposa. El pidió además el Sol y la Luna. Los Dioses querían la pared reconstruida, pero los términos indicados por el gigante eran indignantes. Sin embargo, el Dios Loki propuso una manera de retrasar al gigante y de conseguir siquiera una parte de la pared reconstruida. Los Dioses convinieron el pago pedido por el gigante, pero sólo si el trabajo era terminado en tres estaciones o lo perdería todo. El gigante aceptó el trato pero con la condición de que lo dejaran usar su semental, Svadilfari, en la reconstrucción del muro. El trabajo procedió mucho más rápidamente de lo que los Dioses se habían imaginado y comenzaron a preocuparse. El Dios Odín amenazó en matar a Loki si la pared era terminada dentro del plazo asignado. Loki se percató de que el caballo del gigante acarreaba mucho peso y se le ocurrió un plan para privar al gigante de su caballo. Tomando la forma de una yegua joven, Loki, engañó al semental un momento, lo llevó al bosque y se cercioró de que permaneciera allí hasta el día siguiente. Cuando Svadilfari volvió, su amo ya estaba demasiado retrasado como para terminar su trabajo. El constructor estaba tan enojado que reveló su forma verdadera y resultó ser un gigante de roca. El Dios Thor al darse cuenta desapareció al gigante sólo con un golpe de su martillo, Mjøllnir. Meses después, Loki volvió a Asgard donde dio a luz un caballo de ocho patas, lo regaló a Odín y le dio por nombre Sleipnir. El caballo podía viajar por mar, tierra y aire y era más veloz que cualquier hombre o especie.


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El nombre secreto de Ra




ISIS era una diosa muy sabía, casi tanto como el gran RA, tan solo le faltaba conocer el nombre secreto de éste para tener su poder.

Tanto ella como los demás dioses envidiaban a RA, él era quien dominaba el mundo y toda criatura estaba sometida a él. En su juventud luchó por conseguir la autoridad que en su madurez le otorgaría el respeto y el reconocimiento que merecía por un reinado justo y pacífico.

Pero el tiempo no perdona, ni siquiera a las divinidades, y según RA envejecía, los demás veían que cada vez estaba más cerca el momento de poder hacerse con su poder aprovechando su debilidad.

ISIS trazó su plan. Hizo con sus manos una serpiente con barro y la dio apariencia de bastón. Cuando RA cogió el bastón la serpiente le mordió, provocándole mucho dolor. Fue entonces cuando ISIS apareció y le convenció de que moriría si no le decía su nombre secreto para poder acabar con el maleficio. Cuando no puedo soportar más dolor le dijo su nombre e inmediatamente el sufrimiento desapareció, pero a la vez RA fue consciente de lo que había hecho, a partir de ese momento tendría que compartir su poder con ISIS.


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La azucena del bosque




Hace muchos, muchos años, había una región de la tierra donde el hombre aún no había llegado. Cierta vez pasó por allí I-Yará (dueño de las aguas) uno de los principales ayudantes de Tupá (dios bueno). Se sorprendió mucho al ver despoblado un lugar tan hermoso, y decidió llevar a Tupá un trozo de tierra de ese lugar. Con ella, amasándola y dándole forma humana, el dios bueno creó dos hombres destinados a poblar la región.

Como uno fuera blanco, lo llamó Morotí, y al otro Pitá, pues era de color rojizo.

Estos hombres necesitaban esposas para formar sus familias, y Tupá encargó a I-Yará que amasase dos mujeres.

Así lo hizo el Dueño de las aguas y al poco tiempo, felices y contentas, vivían las dos parejas en el bosque, gozando de las bellezas del lugar, alimentándose de raíces y de frutas y dando hijos que aumentaban la población de ese sitio, amándose todos y ayudándose unos a otros.

En esta forma hubieran continuado siempre, si un hecho casual no hubiese cambiado su modo de vivir.

Un día que se encontraba Pitá cortando frutos de tacú (algarrobo) apareció junto a una roca un animal que parecía querer atacarlo. Para defenderse, Pitá tomó una gran piedra y se la arrojó con fuerza, pero en lugar de alcanzarlo, la piedra dio contra la roca, y al chocar saltaron algunas chispas.

Este era un fenómeno desconocido hasta entonces y Pitá, al notar el hermoso efecto producido por el choque de las dos piedras volvió a repetir una y muchas veces la operación, hasta convencerse de que siempre se producían las mismas vistosas luces. En esta forma descubrió el fuego.

Cierta vez, Moroti para defenderse, tuvo que dar muerte a un pecarí (cerdo salvaje - jabalí) y como no acostumbraban comer carne, no supo qué hacer con él.

Al ver que Pitá había encendido un hermoso fuego, se le ocurrió arrojar en él al animal muerto. Al rato se desprendió de la carne un olor que a Morotí le pareció apetitoso, y la probó. No se había equivocado: el gusto era tan agradable como el olor. La dio a probar a Pitá, a las mujeres de ambos, y a todos les resultó muy sabrosa.

Desde ese día desdeñaron las raíces y las frutas a las qué habían sido tan afectos hasta entonces, y se dedicaron a cazar animales para comer.

La fuerza y la destreza de algunos de ellos, los obligaron a aguzar su inteligencia y se ingeniaron en la construcción de armas que les sirvieron para vencer a esos animales y para defenderse de los ataques de los otros. En esa forma inventaron el arco, la flecha y la lanza. Entre las dos familias nació una rivalidad que nadie hubiera creído posible hasta entonces: la cantidad de animales cazados, la mayor destreza demostrada en el manejo de las armas, la mejor puntería... todo fue motivo de envidia y discusión entre los hermanos.

Tan grande fue el rencor, tanto el odio que llegaron a sentir unos contra otros, que decidieron separarse, y Morotí, con su familia, se alejó del hermoso lugar donde vivieran unidos los hermanos, hasta que la codicia, mala consejera, se encargó de separarlos. Y eligió para vivir el otro extremo del bosque, donde ni siquiera llegaran noticias de Pitá y de su familia.

Tupá decidió entonces castigarlos. El los había creado hermanos para que, como tales, vivieran amándose y gozando de tranquilidad y bienestar; pero ellos no habían sabido corresponder a favor tan grande y debían sufrir las consecuencias.

El castigo serviría de ejemplo para todos los que en adelante olvidaran que Tupá los había puesto en el mundo para vivir en paz y para amarse los unos a los otros.

El día siguiente al de la separación amaneció tormentoso. Nubes negras se recortaban entre los árboles y el trueno hacía estremecer de rato en rato con su sordo rezongo. Los relámpagos cruzaban el cielo como víboras de fuego. Llovió copiosamente durante varios días. Todos vieron en esto un mal presagio.

Después de tres días vividos en continuo espanto, la tormenta pasó.

Cuando hubo aclarado, vieron bajar de un tacú (algarrobo) del bosque, un enano de enorme cabeza y larga barba blanca.

Cuando hubo aclarado, vieron bajar de un tacú (algarrobo) del bosque, un enano de enorme cabeza y larga barba blanca.

Era I-Yará que había tomado esa forma para cumplir un mandato d e Tupá.

Llamó a todas las tribus de las cercanías y las reunió en un claro del bosque. Allí les habló de esta manera:

Tupá, nuestro creador y amo, me envía. La cólera se ha apoderado de él al conocer la ingratitud de vosotros, hombres. Él los creó hermanos para que la paz y el amor guiaran vuestras vidas... pero la codicia pudo más que vuestros buenos sentimientos y os dejasteis llevar por la intriga y la envidia. Tupá me manda para que hagáis la paz entre vosotros: iPitá! iMoroti! ¡Abrazaos, Tupá lo manda!

Arrepentidos y avergonzados, los dos hermanos se confundieron en un abrazo, y tos que presenciaban la escena vieron que, poco a poco, iban perdiendo sus formas humanas y cada vez más unidos, se convertían en un tallo que crecía y crecía ...

Este tallo se convirtió en una planta que dio hermosas azucenas moradas. A medida que el tiempo transcurría, las flores iban perdiendo su color, aclarándose hasta llegar a ser blancas por completo. Eran Pitá (rojo) y Morotí (blanco) que, convertidos en flores, simbolizaban la unión y la paz entre los hermanos.

Ese arbusto, creado por Tupá para recordar a los hombres que deben vivir unidos por el amor fraternal, es la "AZUCENA DEL BOSQUE".


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