El perro y Kakasbal




Un hombre era tan pobre que siempre estaba de mal humor y así no perdía la ocasión de maltratar a un infeliz perro que tenía.

Kakasbal [espíritu del mal], que está en todo, vio que podía sacar partido de la inquina que seguramente el perro sentía contra su amo y así se le apareció y le dijo:

-Ven acá y dime qué te pasa, pues te veo triste.

-Cómo no he de estarlo si mi amo me pega cada vez que quiere—, respondió el perro.

-Yo sé que es de malos sentimientos. ¿Por qué no lo abandonas?

-—Es mi amo y debo serle fiel.

-—Yo podría ayudarte a escapar.

-Por nada le dejaré.

-—Nunca agradecerá tu fidelidad.

-No importa, le seré fiel.

Pero tanto insistió Kakasbal que el perro, por quitárselo de encima, le dijo:

-Creo que me has convencido dime, ¿qué debo hacer?

-—Entrégame tu alma.

-¿Y qué me darás a cambio?

-Lo que quieras.

-Dame un hueso por cada pelo de mi cuerpo.

-—Acepto.

-Cuenta, pues...

Y Kakasbal se puso a contar los pelos del perro pero cuando sus dedos llegaban a la cola, éste se acordó de la fidelidad que debía a su amo y pegó un salto y la cuenta se perdió.

-—¿Por qué te mueves?— le preguntó Kakasbal.

-No puedo con las pulgas que me comen día y noche. Vuelve a empezar.

Cien veces Kakasbal empezó la cuenta y cien veces tuvo que interrumpirla porque el perro saltaba. Al fin Kakasbal dijo:

-—No cuento más. Me has engañado pero me has dado una lección. Ahora sé que es más fácil comprar el alma de un hombre que el alma de un perro.


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El origen de los sueños




Los sueños se embarcaron un día con su padre, el Sueño, dirigiéndose hacia una isla encantada.

Pero el Sueño, que había ofendido al dios de las Tormentas concediendo reposo nocturno a algunos marineros que este dios iracundo perseguía con toda su furia, vio a su vez cómo los vientos se vengaban de él lanzándolo hacia una tierra inhospitalaria en donde no había nada para salvar a los hombres del aburrimiento.

Pero la potencia del dios de las Tempestades cesaba con el crepúsculo, al comenzar el reino de la Noche y de la Luna. De este modo el padre de los sueños, teniendo piedad de la tristeza que embargaba a sus propios hijos, les permitió evadirse de ella nada más comenzar la noche.

Por esto cuando empiezan a aparecer las sombras nocturnas, los Sueños emprenden el vuelo y se esparcen por todas partes dando lugar, según su carácter, a dulcísimos sueños a algunas personas, y a otras, penosas pesadillas”.


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El Salto de la Novia (otra versión)




La Villa de Manzanera tiene un amplio término municipal, 168 Km2 de superficie, en la que aparecen esparcidos siete caseríos, un sinfín de Masías y corrales, innumerables fuentes, todas ellas en medio de una gran variedad de vegetación, subdividida en tres zonas claramente delimitadas según su altitud, que ronda entre los 1400 y los 1600 metros sobre el nivel del mar.

El Paul es uno de estos caseríos de Manzanera, y de allí era natural la moza protagonista de esta otra leyenda. El Sol de la mañana alumbraba el pequeño barrio, mientras una hermosa muchacha, llena de entusiasmo y nerviosismo se disponía a vestirse su hermoso traje de boda, que con esmero había bordado durante las largas noches de inviernos. En la puerta una enorme mula, lujosamente enjaezada, esperaba a la novia para trasladarla a Manzanera, donde iba a contraer matrimonio con un apuesto mozo.

Cuando la joven salió de su casa, toda la barriada empezó a piropearla y animarla para el inolvidable día en que se convierte el día de la boda. Agradecida, la muchacha subió a lomos de su corcel encabezando la comitiva, que se puso en marcha hacia el pueblo, por el camino empinado y pedregoso que entonces las unía.

La noche anterior había sido fría; el rocío empapaba las piedras y plantas del camino y una fina capa de hielo las hacia peligrosas para hombres y caballerías.

Pero la moza cantaba alegre sobre la grupa del fornido animal, mientras el camino se iba tornando cada vez más dificultoso, tratando con ello disipar el temor que se iba adueñando de su cuerpo.

Pero el destino quería que la virgen solo se desposara con la muerte, y para ello hizo resbalar a la caballería en una roca lisa y helada, haciendo inútiles los esfuerzos del padre de la moza por retener al animal, que no pudo impedir que su amada hija y la mula que la portaba se despeñaran por el acantilado del barranco, que perdieron la vida en el acto. Un grito de horror heló la fría mañana, y en el fondo del barranco quedo tendida la novia, con sus galas ahora convertidas en triste mortaja.

De inmediato partió un jinete hacia Manzanera para avisar al novio del macabro suceso, y este, aturdido, sin perder un instante, galopó hasta el fondo del barranco en el que yacía su amada.

Al verla, notó como su alma se derrumbaba interiormente, y con la rabia y la tristeza a flor de piel, tomo a su desdichada novia, y la apretó contra su pecho, reteniéndola de esta manera, y llorando desconsoladamente durante largo tiempo. Luego, sumido en un amargo silencio, y tomándola en sus brazos, subió el barranco para dirigirse hacia El Paul.

Pero la muerte rondaba aquel día estas tierras en las que predomina el carrascal, el encinar, y una amplia variedad de matorral y monte bajo. Al poco de alcanzar el camino, el joven cayó de bruces al suelo sin soltar el cuerpo inerte de su amada, haciendo inútiles todo intento por reanimarlo. De esta manera, fundidos en un último abrazo, quiso la muerte unir lo que minutos antes había separado, segándole la vida al joven.

El duelo y conmoción en las dos localidades duró varios meses. Desde entonces, a este paraje se le viene conociendo como el Salto de la Novia, existiendo una Cruz perfecta tallada en la roca, en el lugar donde cayeron muertos los dos enamorados, llamada la Cruz del Macareno.

Y dice la gente de este lugar, que se ha convertido en un paraje triste y solitario, impregnado de una profunda melancolía por cuyas peñas parece resonar el amargo llanto de los novios.


Leyenda enviada por Jose A. Planillo

El Salto de la Novia




El cauce del río Palancia, a su paso por la localidad de Navajas, crea uno de los paisajes y entornos más bellos en su camino hacia el mar Mediterráneo. Tal es así, que a esta pequeña población del Alto Palancia, se la conoce como Jardín del Palancia, río que, junto a las abundantes y ricas fuentes que nacen en sus márgenes, ha contribuido sobremanera a la riqueza turística que goza la localidad.

El paseo de la Fuentes comunica el casco urbano con el río, un lugar mágico, no sólo por el singular paisaje que nos ofrece el agua y la Naturaleza que cobijan el lugar, sino por la historia que da nombre a este bello lugar. La del Salto de la Novia.

Hace muchos años, cuando dos novios iban a contraer matrimonio, tenían que someterse a una curiosa ceremonia para demostrar ante todos sus vecinos y amigos, que se querían de verdad, y asegurarse, si la pasaban, la felicidad en el futuro.


Esta se celebraba un tiempo antes de consumar el matrimonio. Era entonces cuando debían ir al lugar ubicado bajo la Cascada del Brazal, y en ese paraje, en donde más se estrechaba el río, por allí por donde la piedra ofrece su color plomizo bajo las estrellas, la novia trataría de cruzar de un salto a la orilla opuesta, ante la atenta mirada de los allí presentes. Si lo conseguía sin percance, se le auguraba a la pareja una gran felicidad y proliferación en el futuro matrimonio, y se tenía constancia de que la joven, quería fielmente a su novio; más si no lograba el salto, el matrimonio se consideraba irrealizable o desgraciado, de forma que convencidos de ello, los novios rompían su compromiso y relación.

Cierto día, dos jóvenes novios bajaron radiantes de alegría a demostrar ante todos, que se amaban. Sabían a la presión que estaban sometidos al ser observados por tanta gente, pero ellos estaban dispuestos a demostrar que aquella absurda tradición, no era más que una tontería que poco iba a mermarles el amor que se tenían el uno por el otro.

Pero no estaban tampoco dispuestos a que sus vecinos, con los cuales tenían una gran relación y que ya sabían de la fuerte unión que se tenían, se les echaran encima por negarse a realizar una en principio inofensiva prueba, que desde tiempos remotos se venía realizando entre las parejas de navajeros.
Fijada la fecha, y como cada vez, la gente esperaba el salto con impaciencia. Pero aquel día, el comentario general se centraba en lo revuelto que bajaba el Palancia, aunque confiaban en el azar, pues daban por seguro que la fuerza del amor de aquella joven sería más fuerte que la del embravecido río. También los dos enamorados pensaban y murmuraban lo mismo, pero aquella mujer con cara de niña, cabellos dorados y ojos de color miel, no estaba dispuesta a que el río le arrebatara su más preciado tesoro, aquel joven de tez morena y ojos verdes, por el cual sentía una pura pasión.

Así que, aunque nerviosa, se separó de su amado y por fin, se dispuso a saltar. Cogió carrerilla y controlaba el momento de tomar impulso, pero cuando llegó la ocasión, perdió pié y... La fatalidad quiso que el hecho no se produjera.


El joven, atento a todo movimiento de su estimada novia, y en un intento supremo de amor, se arrojó inmediatamente al río para tratar de rescatarla del potente remolino que allí se había formado, y que la llevaba a una muerte segura, pero por más esfuerzos que hizo en su desesperado intento, el agua se los llevó a ambos. Sus jóvenes cuerpos, inertes y entrelazados, aparecieron río abajo, donde el agua culmina su remanso, enviando lagrimas entre las piedras.

Aquella terrorífica tragedia, hizo reflexionar en la validez o no de aquella ahora fatídica tradición, y siendo general la opinión de que el seguir con aquello podría dar más desgracias que alegrías, se acordó dinamitar el paso estrecho para que en el futuro, a nadie se ocurriese dar un salto de estas características.
Aun hoy, se cuenta que en las noches de Luna Llena, cuando los luceros danzan en el firmamento, por el valle se escuchan sus voces y lamentos. Entonces la Cascada del Brazal llora su perdida, y el río se convierte en el manto blanco y puro de la novia, que acoge tiernamente a su amante, convertido en piedra.


Leyenda e imágenes enviadas por José A. Planillo

Las gemelas




Eran dos hermanas que se llevaban muy bien, nunca se peleaban ni discutían, pero por motivos familiares tuvieron que cambiar su residencia a la ciudad, donde había una carretera que era peligrosísima.

Las niñas tuvieron que cruzar solas la carretera porque a la madre la llamaron del trabajo para que fuera urgentemente.

Les dijo a las niñas que cruzaran solas, pero que tuvieran cuidado, mirando a los dos lados. Las niñas obedecieron. Nada más girarse la madre para marcharse oyó un golpe muy fuerte detrás de ella. Eran sus hijas, habían sido atropelladas por un camión. Desgraciadamente, las dos habían muerto.

Cuatro años más tarde la madre, aún joven, ya que tenía 34 años, todavía vivía en la misma casa cerca de la carretera y no olvidaba ningún a sus dos niñas. Afortunadamente, había vuelto a tener hijos, y casualmente eran dos gemelas. Además, eran muy parecidas a las que murieron atropelladas. Esto hacía que la madre olvidara en parte ese trágico suceso.

Pero la fatalidad estuvo a punto de volver a la familia, a pesar de prohibirles expresamente acercarse a la carretera. Un día las dos niñas estaban jugando y decidieron cruzar. No venía nadie en ningún sentido, no había peligro. En el último momento apareció su madre que chillando muy alterada, les dijo que no cruzaran, a lo que las niñas respondieron al unísono: - Si no pensábamos cruzar,... ya nos atropellaron una vez y no volverá a ocurrir…


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