Cuenta una antigua leyenda celta que existió un tiempo de gigantes y que en ese tiempo vivía uno de nombre Fin MacCool y de sangre irlandesa.
El gigante Finn McCool tenia un rival en Escocia, Benandonner, al que nunca había conocido. El irlandés quería probar a todo el mundo que era el más fuerte, y desafió a Benandonner a venir a Ulster para batirse en duelo, y para que no tuviera ninguna excusa y no pudiera rehuir el enfrentamiento, Finn construyó un camino capaz de sostener sus pasos y que llegara hasta tierras escocesas, concretamente hasta la isla de Staffa.
Fue entonces cuando pudo cruzar más de 120 kilómetros de recorrido sobre el mar sin que ni una gota de agua salada cayera en su cuerpo. En cuanto pisó tierras escocesas se sintió más grande aún de lo que era en realidad y osó desafiar a Benandonner, el gigante de esa otra orilla. Ahora bien, Benandonner sí que era más grande (y también más fuerte) que él así que, cuando lo tuvo frente a frente, su respuesta primera fue poner pies en polvorosa.
Sabiendo que su vecino escocés lo seguiría hasta el final de su carrera, nuestro gigante irlandés cruzó de nuevo el camino de prismas y llegó hasta su casa. Allí su esposa, de nombre Oonagh y de mente despierta, lo ayudó a meterse en una cuna para esconderlo. Cuando Benandonner llegó y entró en aquella morada, fue recibido amablemente por Oonagh, la cual le enseñó a su precioso bebé, el cual, le dijo, era mejor no despertar.
Cuando el escocés vio el tamaño del bebé pensó en lo monstruosamente grande que tenía que ser su padre y huyó presuroso sin volver la vista atrás. Cuentan que después destruyó buena parte de la calzada de piedra para que nadie pudiera volver a cruzar por ella.
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1 comentario:
...que buena!...como para no tener miedo, al ver al "bebe"!
Saludos.
Ramón
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