Violina




Violina era una pequeña hada dulce y ágil. Con su cola de dragona y sus pequeñas alas sobre su espalda de mujer, se aparecía muy raramente a los humanos, que hubieran tenido miedo. Violina no queria asustar a nadie.
Cada día, hacia el anochecer, salia de su retiro e iba a la llanura. Allí bailaba la más embrujadora de las danzas. Daba vueltas y más vueltas durante horas, infatigable, desgranando extrañas músicas que embelesaban la naturaleza.

Una noche, sin embargo, nuestra dragona mágica tuvo un visitante. Ella continuó danzando, majestuosa y ligera. Su música era más lánguida que nunca, y Benito se enamoró de ella inmediatamente.

El joven no podia apartar su mirada de esa criatura tan delicada y a la vez tan extraordinaria que giraba sin cesar ante él. Amaba a esa criatura celestial y la amaría siempre. ¿Le sería posible algún día acercarse a ella y hablarle? ¿comprendería ésta su lenguaje?
Volvió a su casa como un autómata y ya no tuvo otro pensamiento que Violina durante los días siguientes. ¿Quien era? ¿De dónde venía? Violina había invadido todo su espíritu. No soñaba en otra cosa que en ella, sólo vivía para volver a verla. Oculto tras un gran olmo, cada tarde observaba sin ser visto al hada medio mujer, medio dragona. Y guardaba su secreto en el fondo de su corazón.

Una tarde, llegó antes que de costumbre y dejó un papelito en el que habia escrito: -Bella joven, mi corazón sólo late para vos. Os amo.- Espió cada movimiento del hada y esperó pacientemente a que encontrara el mensaje. Pero el viento sopló aquella tarde más que de costumbre y el papel se fue por los aires antes de que Violina descubriera su presencia. Benito estaba desesperado. Todo estaba perdido.
Volvió a su casa más infeliz que nunca, roto su corazón en mil pedazos. Si la naturaleza se aliaba contra él, es que ese amor era imposible. Sin embargo, el viento es un pícaro. Mientras nuestro joven lloraba de regreso, el viento plantó en pleno pecho del hada un mensaje. Violina se detuvo turbada y lo descifró. Un hada es una especie de maga, y desde hacia largo tiempo ella habia detectado la presencia de Benito.

Era el primer hombre que la descubría y no había osado acercarse. Ella iba comprobando hasta qué punto era afable y respetuoso. Sin confersárselo, habia acudido cada tarde esperando que él estuviera alli. Por fin, le había declarado su amor. Entonces lo llamó: -Ven, cariño, sal a mi encuentro-. Benito regresaba triste y decepcionado. El viento sopló súbitamente tan fuerte que el joven bajó la cabeza para encararlo.

Un murmullo llegó hasta su oído: -Ven, cariño, sal a mi encuentro-. Benito reconoció la voz de la que bailaba cada tarde hasta marearlo, aquella a la que amaba más que a nadie en el mundo. Entonces, sin dudarlo, corrió hacia la llanura y vio a su hada que lo esperaba con los brazos abiertos. -Pero ¿cómo es posible? ¿Quién...quién eres realmente? -farfullaba él, y violina sonreía. Soy un hada. Me llamo violina. Conozco tu nombre y sé de dónde vienes. Pero yo no puedo amarte así. Sin embargo, si tu amor es sincero, puedes encontrarme en mi mundo encantado...¿Estás dispuesto?

Benito estaba dispuesto. Poco importaba en quién se iba a convertir o más bien en qué se iba a convertir. Para él sólo contaba una cosa: vivir con Violina. Desde entonces, pueden verse todas las tardes sobre la llanura dos seres fantásticos: dos criaturas medio humanas, medio dragones que danzan al son del caramillo. Enamorados y plenamente satisfechos, se elevan y se abrazan...


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