La boa de la ermita del Carmen




Cuenta la leyenda que, un joven pastor, en su trasiego por el campo, encuentra una boa cría por la que se encariña. Durante mucho tiempo son inseparables compañeros, colmando las largas horas de soledad en el campo. El bastardo acudía a comer al silbido del pastor y éste, correspondiendo a su fiel amiga, la alimentaba con leche recién ordeñada de su rebaño, hasta que un fatídico día recibe la mala noticia de tenerse que incorporar a filas. Con mucha pena, en su obligación de servir al Rey, la tiene que abandonar.

Tras pocos meses, el ahora soldado, siente gran nostalgia y anhelo por su pueblo, la libertad y el aire que le procuraban las largas horas que pasaba en el campo despiertan en él una gran tristeza. Lejos de acomodarse a la nueva situación, irrumpe en su cabeza la idea de convertirse en desertor y escapar de aquella disciplina que lo atrapaba entre las cuatro paredes del cuartel. No madurando mucho la idea, la lleva a cabo sin tener en cuenta las consecuencias.

Apenas unos días disfruta de la ansiada libertad antes de ser capturado y sometido a un juicio sumarísimo en el que es condenado a pena de muerte.

Mientras tanto, en su pueblo, la gente estaba atemorizada porque la boa había crecido tanto que estaba causando estragos en el ganado, sin que nadie fuese capaz de remediar esta situación de caos y terror. El Gobernador, preocupado, tiene constancia de la relación que tenía el ajusticiado con el reptil. En un atisbo de esperanza, propone al joven pastor que en el supuesto de que capture y mate a la alimaña le será conmutada la pena de muerte por libertad absoluta.

Es tanto el aprecio que siente el joven por el animal que aún así duda en aceptar el ofrecimiento del Regidor. Por fin, tras mucho meditar y abrumado por el temor de los vecinos accede a la propuesta.

Con la ayuda de un caldero, un espejo y una lanza el joven pastor, encomendándose a la Virgen de la que era muy devoto, se dispone a dar muerte al reptil. Para ello, pone de cebo el recipiente lleno de leche y, estratégicamente situado, el espejo tras el cual se esconde. La bestia, atraída por el familiar silbido y por el olor del líquido cremoso, se arrastra hasta él. Cuando el joven lo ve oportuno refleja en sus ojos los rayos del sol quedando momentáneamente cegada; aprovechando esa circunstancia, le clava la lanza y da muerte. Apenado por haber matado a quien él con tanto cariño había criado y en agradecimiento a la intersección de la Virgen por salir ileso de tan arriesgada empresa, cedió el cuerpo de la boa a la iglesia del pueblo.

Esta es la leyenda que se ha trasmitido durante generaciones sobre la historia de la boa de la Ermita del Carmen del Camino, si bien, se cree, de forma más prosaica, que la debió de donar un indiano que la capturó a su paso por las Américas.


http://www.conocerzamora.com/leyendasboa.htm

1 comentario:

@NUBIS dijo...

Las serpientes son sordas...Carecen de oido, con lo cual, la historia es un simple cuento como el de Caperucita.