Raimundo de Poitou se casó con una doncella llamada Melusina a la que conoció en medio del bosque durante una noche aciaga al principio de la cual, accidentalmente, había matado a su propio tío. Melusina demostró mucha diligencia: calmó al caballero e ideó una manera de evitar las sospechas que inevitablemente recaerían sobre él. Como además era hermosa, Raimundo se enamoró de ella y le pidió matrimonio. Melusina aceptó, pero le hizo jurar que nunca intentaría verla durante un sábado ni averiguar la causa de tal prohibición. De ello dependía la felicidad de ambos.
Melusina resultó poseer muchas riquezas, y con ellas construyó a su marido un castillo, el castillo de Lusignan, al lado de una fuente a la que el vulgo llamaba Fuente de la Sed o Fuente de las Hadas. La pareja se instaló en aquella fortaleza, entre cuyos muros tuvieron nada menos que diez hijos. Por desgracia, cada uno de ellos nació con una extraña deformación: el primero era muy ancho y poseía unas enormes orejas. El segundo tenía un oído mucho más pequeño que el otro. El tercero, un ojo debajo del otro. La mejilla del cuarto estaba cruzada por lo que parecía el arañazo de un león. El quinto sólo tenía un ojo, aunque su vista parecía sobrenatural. El sexto, al que llamaron Geoffroi el del Colmillo, contaba con un único y gigantesco diente, y era muy feroz. El séptimo tenía una marca peluda en medio de la nariz, etc. Sin embargo, estas anomalías de su progenie no empañaban la felicidad de Raimundo, que seguía muy enamorado de su mujer.
Pero un día, un primo suyo, envidioso de la prosperidad del nuevo linaje, le insinuó que si Melusina no quería verle los sábados tal vez fuese porque empleaba ese día para reunirse con un amante. A lo mejor aquellos a los que llamaba hijos no eran tales, lo cual explicaría sus marcas de nacimiento. Al principio Raimundo se resistió a creerlo, pero un sábado, corroído por las sospechas, se escondió detrás de un tapiz para espiar a su esposa. La vio bañándose en una gran cuba de mármol. Se estaba peinando los cabellos como hacía habitualmente, pero de cintura para abajo, en lugar de piernas, tenía una gran cola de serpiente. En aquel momento Raimundo no sintió horror, sino una gran tristeza por haber roto el juramento que había hecho a su esposa. Decidió guardar el secreto y no decir nada de lo que había visto, ni siquiera a ella.
Sin embargo, el mal ya estaba hecho. Poco después, su hijo Geoffroi se peleó con uno de sus hermanos, Freimond, y cuando este se refugió en una abadía cercana le prendió fuego al edificio, causando la muerte de Freimond y de cien monjes. Al enterarse, Melusina acudió a consolar al conde, pero éste, presa del dolor, escupió las siguientes palabras: "¡Desaparece de mi vista, perniciosa serpiente! ¡Tú has corrompido a mis hijos!". Cuando escuchó estos reproches, Melusina se desmayó. Nada más recuperarse, saltó al alfeizar de una ventana y, tras desplegar unas alas de murciélago, se alejó volando del castillo de Lusignan.Melusina resultó poseer muchas riquezas, y con ellas construyó a su marido un castillo, el castillo de Lusignan, al lado de una fuente a la que el vulgo llamaba Fuente de la Sed o Fuente de las Hadas. La pareja se instaló en aquella fortaleza, entre cuyos muros tuvieron nada menos que diez hijos. Por desgracia, cada uno de ellos nació con una extraña deformación: el primero era muy ancho y poseía unas enormes orejas. El segundo tenía un oído mucho más pequeño que el otro. El tercero, un ojo debajo del otro. La mejilla del cuarto estaba cruzada por lo que parecía el arañazo de un león. El quinto sólo tenía un ojo, aunque su vista parecía sobrenatural. El sexto, al que llamaron Geoffroi el del Colmillo, contaba con un único y gigantesco diente, y era muy feroz. El séptimo tenía una marca peluda en medio de la nariz, etc. Sin embargo, estas anomalías de su progenie no empañaban la felicidad de Raimundo, que seguía muy enamorado de su mujer.
Pero un día, un primo suyo, envidioso de la prosperidad del nuevo linaje, le insinuó que si Melusina no quería verle los sábados tal vez fuese porque empleaba ese día para reunirse con un amante. A lo mejor aquellos a los que llamaba hijos no eran tales, lo cual explicaría sus marcas de nacimiento. Al principio Raimundo se resistió a creerlo, pero un sábado, corroído por las sospechas, se escondió detrás de un tapiz para espiar a su esposa. La vio bañándose en una gran cuba de mármol. Se estaba peinando los cabellos como hacía habitualmente, pero de cintura para abajo, en lugar de piernas, tenía una gran cola de serpiente. En aquel momento Raimundo no sintió horror, sino una gran tristeza por haber roto el juramento que había hecho a su esposa. Decidió guardar el secreto y no decir nada de lo que había visto, ni siquiera a ella.
En realidad, Melusina pertenecía al linaje de las hadas. Jean D’Arras nos cuenta que era hija del rey Elinas de Escocia y el hada Pressina, quien la había castigado a adoptar forma de serpiente por haberse portado mal con su padre. Melusina se transformaría en serpiente de cintura para abajo cada sábado hasta que encontrase un hombre que se casara con ella aceptando (y manteniendo) la promesa de no verla durante ese día de la semana. Había vagado por todo el mundo hasta llegar al bosque de Colombiers y conocer a Raimundo. De no haber sido por la desconfianza de éste, ambos habrían sido felices durante el resto de sus vidas.
Antes de abandonar el castillo, Melusina prometió que volvería a aparecer antes de la muerte de cada Señor de Lusignan para llorar y lamentar la desgracia de la Casa. Y son muchos los que aseguran haberla visto, volando por el aire o bañándose en la Fuente de la Sed, aún años después de que el último de los Lusignan hubiese fallecido.
2 comentarios:
Joer, cómo han cambiado las cosas. Estos se conocieron en medio del bosque, con un asesinato de por medio....y ahora la peña prefiere las discotecas.......
Pues qué quieres que te diga, yo también prefiero las discotecas.
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