
Al día siguiente él todavía estaba allí. Había construido un pequeño refugio, las piezas de metal de su vestidura descansaban junto al fuego. Ella lo invitó a la aldea, pero él dio señales de no comprender sus palabras. Repitió la invitación en guaraní, que es la lengua más universal, y entonces él pareció comprender y se negó sonriendo. Comieron juntos y ella volvió a alejarse.
Esa noche la muchacha preguntó a los ancianos cómo eran los invasores que venían del otro lado del mar. Le explicaron que la piel era muy pálida, y que tenían en el rostro un espeso vello que les cubría la boca y el mentón. Esto último la tranquilizó: su amigo desconocido era pálido, pero tenía un rostro sin vellos. El quinto día de sus encuentros secretos él la tomó entre sus brazos y la besó en los labios. Ella había entrecerrado sus ojos y después del beso los abrió con una intensa expresión de felicidad. Pero -todavía muy próxima al rostro del hombre- observó con horror que cerca de los labios y en el mentón del fascinante extranjero se podía advertir el nuevo brote de un vello espeso y negruzco que seguramente el joven había quitado antes de su primer encuentro con ella. "¡Los invasores!" pensó, mientras se apartaba bruscamente.
De pronto, el joven dejó colgar sus brazos junto al cuerpo. Miraba al cielo y se tambaleaba, alcanzado en el corazón por una flecha. La muchacha sintió un crujir de ramas a su espalda, se volvió y se encontró con el viejo cacique que ya levantaba su maza de piedra para matarla. Cuando ella cayó al suelo, mortalmente herida, la tierra se estremeció y bramó de dolor. La felicidad, tan reciente, no tuvo tiempo de alejarse del horror recién nacido. El cuerpo que ya moría no soportó el choque de sentimientos tan intensos y se rasgó hasta las entrañas con un ruido horrísono de trueno. El cielo se oscureció y temblaron el palmar y el monte nativo, mientras los pájaros alzaban vuelo bruscamente gritando asustados. Temblando, estremeciéndose, la tierra se tragó a la muchacha. Relámpagos ininterrumpidos daban al ocaso una claridad espectral mientras una cortina de lluvia hacía invisible el horizonte.
Cuentan que al amanecer la tierra se había elevado en suaves colinas que daban forma a un inmenso cuerpo de mujer yacente. Dicen que así nació el Cerro Largo.
4 comentarios:
Te juro que no me acuerdo del nombre, pero esto está sacado de un libro que tengo por casa......
Pues no. De internet. Si mi fuente la ha sacado de tu libro ya no lo sé.
Feliz año y que el 2010 te traiga lo mejor que hayas soñado.
Un abrazo.
soy de melo,cero largo y eso es asi tal cual.Es una historia realmente bonita de corazon.gracias...
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