Hace mucho tiempo, un anciando encontró a una niña recién nacida en una de las laderas del monte Fuji. La llamó Kaguya-hime. Al crecer, la niña se transformó en una hermosa mujer y se casó con el Emperador. Pero transcurridos siete años de su matrimonio, le dijo a su marido que como no era mortal, debía regresar al cielo. Para consolar al Emperador, le entregó un espejo dicéndole que en él siempre podría verla.
El Emperador, deseoso de ir al cielo junto a ella, utilizó el espejo para seguirla hasta la cima del Fuji... pero no pudo continuar. Su amor desengañado hizo que se prendiera fuego al espejo y desde ese día, de la cima de la montaña, siempre sale fuego.
El Emperador, deseoso de ir al cielo junto a ella, utilizó el espejo para seguirla hasta la cima del Fuji... pero no pudo continuar. Su amor desengañado hizo que se prendiera fuego al espejo y desde ese día, de la cima de la montaña, siempre sale fuego.
2 comentarios:
es casi como el amor de un cosmonauta que tuvo que dejar a su novia por su misión en la luna, aunque claro, aquí la mujer nunca lo pudo seguir
Igualito.
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