Había una vez un herrero que vivía en un pueblecito pirenaico. Vivía solo en su casa, pues tenía un carácter endiablado. No se trataba con nadie, sé hacia el mismo la comida y cuando no estaba encerrado en su casa, deambulaba por los bosques de alrededor.
Era un hombre alto, corpulento y con el cuerpo lleno de pelo. Hasta el hierro le tenía miedo. La gente acudía a él porque no había otro herrero en aquel lugar y lo necesitaban para herrar las caballerías, para arreglar los arados o para afilar las azadas
Una mañana, apareció por el pueblo un pordiosero pidiendo limosna por caridad. Las gentes del pueblo tenían buen corazón y en una casa le daban una tajada de pan, en otra, un trozo de chorizo, en otras unas cuantas monedas.... Y así recorriendo la aldea, llegó el mendigo también a la herrería..
Buenos días buen hombre. ¿Tenéis una limosna para este pobre caminante?. El herrero ni se movió. Y el otro repitió su petición. El fornido hombretón, que estaba de peor humor que nunca, calentaba una herradura en la fragua, sujetándola con unas tenazas. Se detuvo un momento en su trabajo y observó al mendigo de pies a cabeza. Observó que el pordiosero de pies a cabeza. Observó que el pordiosero iba descalzo y vestido con harapos, con una barba de muchos días y todo desgreñado.
El herrero se tomó su tiempo para pensar y le soltó una respuesta terrible:
¡ Toma, cálzate y vete a pastar! – le dijo, tirándole la herradura ardiendo a los pies.
El pobre mendigo, sorprendido, exhaló un quejido por el terrible impacto. Luego, terriblemente enfadado por aquel insulto, levantó al cielo su vara de fresno y mirándole fijamente le lanzó una terrible maldición:
Eres tan peludo como un oso y en oso te convertirás. Te subirás a los árboles, menos en el arto y en el abeto, porque el primero te pinchará y con el abeto patinarás.
En el mismo momento, el herrero quedó convertido en un enorme oso, lanzó un alarido y salió corriendo de la herrería en dirección al bosque.
Dicen que todos los osos pardos que había en nuestras montañas eran descendientes de aquél hosco herrero. Por eso eran unas fieras que podían caminar erguidas, como las personas y que estaban llenas de pelo, como el herrero de la leyenda. Por otra parte, es bien sabido que los osos pueden trepar a todos los árboles, menos al arto y al abeto.
Era un hombre alto, corpulento y con el cuerpo lleno de pelo. Hasta el hierro le tenía miedo. La gente acudía a él porque no había otro herrero en aquel lugar y lo necesitaban para herrar las caballerías, para arreglar los arados o para afilar las azadas
Una mañana, apareció por el pueblo un pordiosero pidiendo limosna por caridad. Las gentes del pueblo tenían buen corazón y en una casa le daban una tajada de pan, en otra, un trozo de chorizo, en otras unas cuantas monedas.... Y así recorriendo la aldea, llegó el mendigo también a la herrería..
Buenos días buen hombre. ¿Tenéis una limosna para este pobre caminante?. El herrero ni se movió. Y el otro repitió su petición. El fornido hombretón, que estaba de peor humor que nunca, calentaba una herradura en la fragua, sujetándola con unas tenazas. Se detuvo un momento en su trabajo y observó al mendigo de pies a cabeza. Observó que el pordiosero de pies a cabeza. Observó que el pordiosero iba descalzo y vestido con harapos, con una barba de muchos días y todo desgreñado.
El herrero se tomó su tiempo para pensar y le soltó una respuesta terrible:
¡ Toma, cálzate y vete a pastar! – le dijo, tirándole la herradura ardiendo a los pies.
El pobre mendigo, sorprendido, exhaló un quejido por el terrible impacto. Luego, terriblemente enfadado por aquel insulto, levantó al cielo su vara de fresno y mirándole fijamente le lanzó una terrible maldición:
Eres tan peludo como un oso y en oso te convertirás. Te subirás a los árboles, menos en el arto y en el abeto, porque el primero te pinchará y con el abeto patinarás.
En el mismo momento, el herrero quedó convertido en un enorme oso, lanzó un alarido y salió corriendo de la herrería en dirección al bosque.
Dicen que todos los osos pardos que había en nuestras montañas eran descendientes de aquél hosco herrero. Por eso eran unas fieras que podían caminar erguidas, como las personas y que estaban llenas de pelo, como el herrero de la leyenda. Por otra parte, es bien sabido que los osos pueden trepar a todos los árboles, menos al arto y al abeto.
5 comentarios:
mmmm, muy linda leyenda, sabes me gustaría que hables, si no lo hiciste ya, de las leyendas latinoamericanas, llenas de fantasmas, tesoros enterrados y muchas otras cosas tenebrosas, sobre todo en el Paraguay, Argentina, Brasil y Uruguay que una vez tuvieron una guerra.
De Uruguay y de Brasil ya he publicado algunas, pero seguiré buscando. Mi intención es poner leyendas de todos los lugares.
Es curioso lo de los arboles que no puede trepar
Es sabio el mundo de las leyendas y las fábulas. En su simpleza está escrito todo lo que deberíamos saber y PRACTICAR, para perfeccionar nuestra condición humana. Además son un espejo de las tradiciones locales y populares, por tanto una buena manera de conocernos más y mejor.
Me parece excelente iniciativa ésta de recopilar leyendas de todas partes del mundo. Me gustaría cooperar con una Leyenda Chilota (Chiloé es una isla muy hermosa que pertenece a mi país, Chile), si estás de acuerdo, hazmelo saber y te la envío a tu correo.
Volveré a conocer otras leyendas!
Un saludo fraterno desde el confín austral!
Por supuesto Eva. Será un placer publicar lo que me envíes.
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