Kasajizo

Hace mucho, mucho tiempo, en algún lugar de Japón, vivía una pareja de ancianos muy pobres. Ambos se encontraban muy tristes pues era la víspera de Año Nuevo y no tenían qué comer. En eso, la anciana dijo: “Yo, por si acaso, he hecho unos adornos para el cabello. Si los vendemos podríamos comprar comida.” El anciano le contestó: “De veras? Gracias! Voy a salir para venderlos.”

Ese día hacía mucho frío y estaba nevando bastante. En el camino a la ciudad se encontró con unos Jizo (dios del bien representado mediante una estatua de piedra puesto al costado del camino). El anciano, dirigiéndose a las estatuas de piedra dijo: “Tienen frío, no?” y retiró la nieve que tenían sobre la cabeza.

El anciano llegó a la ciudad y la recorrió por todas partes, pero no pudo vender nada. Después de transcurridas muchas horas, un hombre se le acercó y le dijo: “Hoy no es un buen día, verdad? Yo tampoco he podido vender mis kasa (paraguas). Que te parece si hacemos un cambio? Yo te doy mis kasa y tú me das tus adornos para el cabello. Si tenemos suerte, si cada uno vende cosas diferentes, a lo mejor conseguimos algo.” El anciano le contestó: “Sí, está bien. Hagamos el trueque.”

Al final del día, el anciano no pudo vender nada y decidió regresar. Camino a casa, de nuevo se encontró con los Jizo y les dijo: “Usen esto, por favor” y les puso los kasa que no pudo vender. Pero faltaba uno para el Jizo más pequeño. El anciano se quitó una toalla que tenía en la cabeza que utilizaba para protegerse de la nieve y se la puso al más pequeño.

Esa noche le contó a su mujer sobre lo ocurrido y ella le dijo: “Hiciste bien. Estoy muy contenta.” En ese momento, oyeron un ruido extraño que venía de afuera. Se asomaron y se sorprendieron al ver comida y ropas. A lo lejos se veía a los Jizo alejándose en fila. La comida y las ropas eran sus regalos. Los ancianos se pusieron muy contentos y pudieron festejar muy felices el Año Nuevo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ains, si es que el que es bueno, es recompensado.