En una laguna que hay en Reiris, la de Carregal, se pueden oir los bramidos que da un buey que parece estar sumergido en las aguas.
En tiempos muy remotos había por allí un palacio real y a su alrededor las casas de los siervos. El rey tenía una hija querida por todos. Un invierno llegó al lugar un "mouro" anciano aterido por el frío. La hija del rey se apiadó de él y le dejó entrar a palacio a comer y calentarse. El moro se enamoró de la rapaza y la pidió en matrimonio pero el rey se negó por ser mago e infiel además de viejo y la princesa no quiso saber nada del asunto. El moro se enfadó y se marchó amenazante...
En el mismo momento empezó a temblar la tierra y todo el mundo quedó aterrado. Las casas se derrumbaban y las fuentes se desbordaban anegando el terreno. El rey, su hija y sus súbditos cuando huían, vieron al moro que desde lo alto de un peñasco contemplaba la ruina que había provocado mientras se reía cruelmente. El rey arremetió lanza en ristre contra él. Al verlo, intentó huir pero como no era joven, no podía correr y entonces se transformó en un enorme toro. Aun así el rey le iba dando caza y obligando a que se internara en el pueblo medio anegado.
Mientras, la princesa arrojaba sus joyas al agua mientras suplicaba a las buenas hadas:
"¡Ayuda os pido! ¡Que ese moro traidor y malvado no salga jamás de las ruinas y las aguas que causó con su maldad y que pene para siempre en el fondo del lago!"
El moro intentaba escapar pero no podía salir de las aguas y cada vez se hundía más hasta que desapareció entre ellas. Los habitantes del lugar se asentaron en los alrededores y aún dicen que de las aguas del lago se oye el bramido del toro en algunas ocasiones.
En tiempos muy remotos había por allí un palacio real y a su alrededor las casas de los siervos. El rey tenía una hija querida por todos. Un invierno llegó al lugar un "mouro" anciano aterido por el frío. La hija del rey se apiadó de él y le dejó entrar a palacio a comer y calentarse. El moro se enamoró de la rapaza y la pidió en matrimonio pero el rey se negó por ser mago e infiel además de viejo y la princesa no quiso saber nada del asunto. El moro se enfadó y se marchó amenazante...
En el mismo momento empezó a temblar la tierra y todo el mundo quedó aterrado. Las casas se derrumbaban y las fuentes se desbordaban anegando el terreno. El rey, su hija y sus súbditos cuando huían, vieron al moro que desde lo alto de un peñasco contemplaba la ruina que había provocado mientras se reía cruelmente. El rey arremetió lanza en ristre contra él. Al verlo, intentó huir pero como no era joven, no podía correr y entonces se transformó en un enorme toro. Aun así el rey le iba dando caza y obligando a que se internara en el pueblo medio anegado.
Mientras, la princesa arrojaba sus joyas al agua mientras suplicaba a las buenas hadas:
"¡Ayuda os pido! ¡Que ese moro traidor y malvado no salga jamás de las ruinas y las aguas que causó con su maldad y que pene para siempre en el fondo del lago!"
El moro intentaba escapar pero no podía salir de las aguas y cada vez se hundía más hasta que desapareció entre ellas. Los habitantes del lugar se asentaron en los alrededores y aún dicen que de las aguas del lago se oye el bramido del toro en algunas ocasiones.
Leyenda enviada por Juan Carlos
5 comentarios:
¿Y a nadie la da pena del moro?
Se joda, que es de la familia de Mojamé II
A mí es que los moros nunca han sido santos de mi devoción. Cuanto más lejos, mejor.
No seais racistas, jope, que ya no se lleva eso.
La historia muy interesante.
Un saludo.
Si yo no soy racista, pobrecillos. Con lo bien que se lo pasan ellos poniendo bombas y lapidando a la peña.
En serio, no soy racista, pero no me mola su forma de pensar.
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