Nüwa


Nüwa era una diosa mitad humana, mitad serpiente, que podía cambiar de forma a voluntad.

Un día tuvo la sensación de que el mundo que habitaba, aunque lleno de cosas bellas y maravillosas, era un lugar solitario. Deseaba tanto poder compartir aquel hermoso mundo con alguien que un día, meditando sobre el tema, mientras se encontraba sentada a la orilla de un río, introdujo su mano en el agua y del lecho sacó un puñado de barro, al que le dio la forma de una pequeña criatura. Apenas Nüwa colocó la figura sobre el suelo, ésta cobró vida y comenzó alegremente a danzar alrededor de la diosa.

Tan contenta se encontraba Nüwa con su creación que decidió poblar la Tierra con aquel hermoso ser. Trabajó todo el día creando aquellos nuevos seres, cerciorándose de dividirlos en hombres y mujeres para que pudieran engendrar futuras generaciones sin su intervención, pero aún así comprendió que poblar la Tierra sería un trabajo que terminaría por dejarla exhausta antes de cumplir con su propósito. De esta manera, tomó una rama, la introdujo en el barro y después lo sacudió con fuerza en el aire. Las gotas que resbalaban de la rama se iban transformando en los pequeños seres a medida que tocaban el suelo.

Algunos creen que aquellos nacidos de las manos de Nüwa son los ricos y afortunados, mientras que los nacidos de las gotas de barro conforman el pueblo común. Y así Nüwa pobló la Tierra.

El Olivo de las Brujas

Hay un viejo olivo en Mangliano, en la Toscana, donde las personas con supersticiones han mantenido a lo largo del tiempo ciertas creencias.

Parece que en los días en los que el olivo era vigoroso y exuberante, éste fue muy generoso y dio cientos y cientos de kilos de olivas, fue un olivo que en toda la Maremma no se podía encontrar uno igual.

Un día, un pobre hombre que estaba a los pies del árbol, bajo las ramas que se doblaban hacia el suelo por el peso de sus maduras olivas, le pidió al dueño del árbol una pequeña cantidad de aceitunas para poder llenar su estomago vacío. El dueño del olivo estaba negociando el inicio de la cosecha, que podría ser a la mañana siguiente, era ambicioso y egoísta, así que de manera ruda mandó alejarse al pobre hombre.

A la mañana siguiente, los hombres y mujeres que venían a recoger la cosecha con sus grandes cestas comenzaron por el gran árbol, pero al verlo se quedaron sin palabras: el árbol que el día anterior crecía fuerte ahora estaba retorcido como por un remordimiento y entre su follaje no estaban los preciosos frutos, sólo algunas vulgares habas.

Una mujer desconcertada corrió a darle la noticia al dueño, pero el dueño incrédulo le contestó de malas maneras:

-"Vuelve derecha a tu trabajo, no tengo tiempo de escuchar tonterias".

Pero como la mujer insistía, finalmente fue a ver el olivo. Frente a sus ojos el olivo apareció con sus ramas llenas de habas. El hombre, que había sido duramente castigado salió corriendo y desapareció. Se dice que el olivo nunca más volvió a tener olivas, sólo habas.

Las brujas tomaron posesión de este extraño árbol, y ciertas noches puedes oír sus siniestros gritos y el sonido de sus danzas alrededor del retorcido tronco.

Ahora la gente pasa lejos del árbol, que en sus tiempos fue el honor de la Maremma y ha llegado a ser "El Olivo de las Brujas".

Sísifo, el eterno trabajador


Muchas veces la astucia del hombre ha intentado superar a la de los dioses, pero tarde o temprano, éstos lo advierten y el castigo puede ser terrible. Tal es el caso de Sísifo, cuyo mito hoy en día parece tener más vigencia que en la antigüedad.

En la mitología griega, Sísifo fue fundador y rey de Corinto, conocido como promotor de la navegación y el comercio, pero también avaro, mentiroso, ladrón y sobre todas las cosas, muy pero que muy astuto. Tan astuto era, que cuando Tánatos (la Muerte) fue a buscarlo, éste le colocó grilletes provocando entonces que nadie pudiera morir, hasta que Ares lo liberó y puso a Sísifo bajo su custodia.

Pero antes de morir, Sísifo le pidió a su esposa que cuando él se marchase no ofreciera el sacrificio habitual a los muertos. Una vez en el Inframundo, él se quejó de que su esposa no estaba cumpliendo con sus deberes y convenció a Hades para que le permitiese volver al mundo y así disuadirla. Hades se lo permitió, y al regresar a Corinto Sísifo rehusó volver al mundo de los muertos, hasta que tuvo que ser doblegado por el dios Hermes.

Como castigo por engañar a los dioses, en el Inframundo Sísifo fue obligado a empujar una enorme roca cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de alcanzar la cima, la piedra siempre rodaba hacia abajo y éste tenía que empezar de nuevo su labor. Y así, por los siglos de los siglos.

Por cierto, este desdichado destino de Sísifo se puede encontrar en La Odisea de Homero, aunque el motivo preciso de este castigo no es mencionado por el autor, pero sí es obvio que reside en su afán por engatusar a los dioses. Vaya castigo irónico: Sísifo no quería morir y una vez muerto, jamás descansará en paz.

Otras versiones dicen que su castigo se lo ganó por haber revelado los designios de los dioses a los mortales, o por su hábito de atacar y asesinar viajeros. Lo interesante es que el mito de Sísifo fue frecuente en los escritores antiguos, y fue representado por el pintor Polignoto y alcanzó su auge en la modernidad gracias a Albert Camus, en su extenso ensayo El mito de Sísifo, en el que discute la cuestión del suicidio y el valor de la vida y plantea la filosofía del absurdo. El mito se presenta como metáfora del esfuerzo inútil e incesante del hombre moderno de la era industrial, que consume su vida en fábricas y oficinas en un proceso deshumanizado.

Nut y Geb


Nut era la diosa Egipcia del cielo. Ella era representada como una mujer gigante desnuda, que sostenía al cielo con su espalda. Su cuerpo era azul y cubierto con estrellas. Los documentos antiguos describen como cada noche el Sol entraba por la boca de Nut y pasando por su cuerpo nacía cada mañana de su matriz.

De acuerdo a una leyenda Egipcia, Nut se casó con su hermano, el dios de la Tierra Geb, sin permiso de Re el poderoso dios del Sol. Re estaba tan enojado con Nut y Geb que forzó al padre de ellos, Shu, el dios del aire, a separarlos. Es por esto que la Tierra está separada del cielo. Más aún, Re prohibió que Nut pudiera tener hijos en cualquier mes del año.

Pero, afortunadamente, Thoth, el escribano divino, decidió ayudarla. Hizo que la Luna se decidiera a jugar un juego de sorteo donde el premio era su propia luz. Thoth ganó tanta luz que la Luna tuvo que agregar cinco días más al calendario oficial. Por esto, Nut y Geb pudieron tener finalmente cuatro hijos: Osiris, Seth, Isis y Nephthys.

La leyenda de la reina Ico


Zonzamas reinaba en Lanzarote cuando llegó a la isla una embarcación española al mando de Martín Ruiz de Avendaño.

Al ver la nave a distancia, los isleños se aprestaron para el combate. Transcurrido el tiempo, Ruiz de Avendaño decidió ir a tierra en son de paz, llevando consigo un gran vestido que regaló al rey como muestra de amistad. Zonzamas aceptó el regalo y, en muestra de amistad, entregó al recién llegado ganado, leche, queso, pieles y conchas, invitándolo a descansar en su morada de Acatife. Allí eran esperados por la reina Fayna y sus hijos, Timanfaya y Guanareme. Como huésped de los reyes pasó Avendaño varios días en Mayantigo. Mas tarde retornó a su barco y partió.

A los nueve meses, la reina Fayna dio a luz una niña de tez blanca y rubios cabellos, a la que puso por nombre Ico. El pueblo murmuraba y renegaba de la princesita y de su origen. Así transcurrió el tiempo, y la niña creció sana y hermosa al cuidado de Uga, su aya.

Transcurrido el tiempo, Zonzamas y Fayna murieron. Los Guaires, reunidos en asamblea, proclamaron rey a Timanfaya. Con el paso de las estaciones Ico se fue convirtiendo en una bella joven. Guanareme se enamoró de ella y acabó por hacerla su esposa.

Tiempo después, otras naves vizcaínas y sevillanas llegaron a las costas de Lanzarote en busca de esclavos. Los lanzaroteños se aprestaron para la defensa. En la lucha muchos isleños murieron, y otros fueron hechos prisioneros y encadenados como esclavos para ser vendidos en la Península. Entre estos últimos estuvo Timanfaya.

Desaparecido el rey, los Guaires se reunieron otra vez para elegir nuevo soberano. Este debía ser Guanareme, pero nadie osó pronunciar su nombre, pues si era elegido, su esposa, Ico, debería ser reina y su nobleza, origen y sangre eran discutidos. Su piel y sus rubios cabellos recordaban demasiado la lejana llegada de Ruiz de Avendaño, y si Ico no era hija de Zonzamas no podía llevar la corona, así que tuvo que huir.

Deliberaron largamente los Guaires. Finalmente decidieron que, para llegar a la verdad, la princesa fuese sometida a la prueba del humo. Quedaría encerrada en una cueva acompañada de tres mujeres no nobles. Después se llenaría el aposento con un humo espeso y continuado. Si la sangre de Ico no era noble, perecería como las otras mujeres. Si sobrevivía sería signo inequívoco de su nobleza. El día siguiente sería testigo de la prueba.

Por la noche, Uga, la niñera de Ico, la visitó con el pretexto de animarla, pero nada más quedar a solas, la vieja aya le dio una esponja a la princesa diciéndole que al llegar la hora de la prueba, la empapara de agua y la pusiera en su boca, con lo cual saldría viva de la cueva. Ico hizo caso. Cuando fue abierta la cavidad las tres mujeres villanas yacían muertas, mientras que ella salió con vida. En adelante sus súbditos no dudaron de su nobleza.

Leyenda enviada por Menda

San Andrés de Teixido

"A San Andrés de Teixido vai de morto o quen no vai de vivo"

En Cedeira está el santuario de San Andrés de Teixido.

San Andrés, que veía como a la tumba de Sant Yago iban grandes peregrinaciones mientras que a él nadie venía a visitarle, paseaba melancólico sus soledades. Un día se encontró con Nuestro Señor Jesucristo que venía a visitarle y éste le preguntó:

-"¿Cómo es que estás tan triste?"

San Andrés le respondió:

-"¡Ay mi señor! A pesar de que yo también hago milagros como Santiago nadie se acerca por estos parajes y está mi santuario vacío".

El Señor le miró y sonriendo le dijo:

-"No has de ser menos que Santiago. Te prometo que todo el mundo pasará al menos una vez en la vida por tu santuario"

"-Muchas gracias, Señor pero ¿cómo será eso posible?"

-"Porque todo aquel que en vida no viniere, tendrá que pasar por aquí después de muerto".

Por eso nadie molesta a los animalitos que andan por los senderos del santuario, porque dice la leyenda que ellos llevan las almas de los que no peregrinaron en vida.


Leyenda enviada por Juan Carlos

El cura de Benasque

Cuentan que en Benasque (Huesca), una lluviosa mañana, se oyeron tocar las campanas de misa muy temprano.

Doña Pilar, ferviente religiosa, acudió extrañada a esa misa a horas intempestivas. Al entrar en misa observó que el sacerdote no era el habitual (mosén Francisco), pero no le dió importancia hasta que el cura se dio la vuelta y pudo comprobar que quien estaba diciendo la misa era un esqueleto en descomposición.

A ella le dio un desmayo y hasta dos horas después nadie pasó por la iglesia que pudiese recogerla y despertarla. Al final accedió a contar lo sucedido.

A los pocos días se volvió a tocar a misa a una hora poco habitual y tres fieles acudieron y huyeron al comprobar que era un muerto el que decía misa con voz cavernosa. Todo el mundo empezó a temer al cura, por la noche se acostaban con miedo y se preocupaban de cerrarlo todo a cal y canto para que no entrase en casa.

Sólo Don Roque adivinó que se trataba del alma en pena de un sacerdote que necesitaba de una misa para encontrar el descanso eterno. Así fue que convocó al pueblo a que asistiese a la siguiente llamada.

Varios días después se volvieron a oír las campanas y acudieron varios vecinos de Benasque. Pero, al ver la fealdad del muerto que presidía la misa, todos menos Don Roque huyeron de la iglesia. Don Roque aguantó y rezó fervorosamente hasta el final de la misa. Cuando terminó, abandonó el altar el cadavérico sacerdote hacia la sacristía.

Desde entonces ya no se ha vuelto a aparecer aquel cura de Benasque.

El arpa de Dagda

Cuenta la leyenda que en la segunda batalla de Mag Tuiredh, el arpista de Dagda -con el arpa incluida- cayó prisionero de los fomorianos.
Uno de los hijos de Dagda -Oghma- y el heroico Lugh, lo acompañaron hasta el campamento enemigo para rescatar al arpista y recuperar el Arpa Mágica con la que Dagda controla el inicio y final de las estaciones, la cual obtuvo del Mundo Superior.

Para ello fueron en su búsqueda, llegando hasta el salón de banquetes del palacio submarino de sus enemigos. Allí vieron como el arpa colgaba de la pared y Dagda con sus poderes, la llamó y ésta rápidamente se descolgó por sí sola y voló hasta las manos de su legítimo dueño, matando en el trayecto a nueve fomorianos.

Dagda usó una poderosa invocación como llamada que rezaba así:

¡Ven Roble de los dos gritos!
¡Ven mano de música cuádruple!
¡Ven verano, ven invierno!
¡Voz de arpas, fuelles y flautas!

Cuando el dios Dagda recuperó de nuevo su Arpa, tocó en ella las tres nobles cuerdas, que cualquier gran maestro del arpa debía dominar: los acordes de la risa; del llanto y los del sueño. De esta manera provocó una enorme risa, luego llanto y por último los fomorianos cayeron en un largo sueño. Merced a esto pudo huir sin contratiempos.

La leyenda de Maricuchilla


Antes de convertirse en el espectro en pena conocido bajo el nombre de Maricuchilla, María era ya una joven misteriosa y bella como la Luna. Todos los jóvenes de Oviedo deseaban su compañía, pero ella se mostraba siempre fría y desdeñosa, y los rechazaba con una actitud que en muchas ocasiones llegaba a la crueldad. En el fondo de su corazón, María se regocijaba con malsano placer al observar el sufrimiento de sus pretendientes.

Un día llegó a la ciudad un ermitaño, famélico y desaliñado, que se instaló en una cabaña de las afueras. Se trataba de un hombre santo que pasaba sus días rezando al Señor y vivía de las limosnas que los buenos samaritanos depositaban en su sombrero los domingos por la mañana, cuando todo el mundo acudía a la catedral.

En una de estas ocasiones, sucedió que María se fijó en él y le pareció que debajo de aquella barba desgreñada y aquellos andrajos se escondía un hombre apuesto. Durante los días siguientes, dio muchas vueltas a esta idea, y soñó largamente con la que según ella debía de ser la auténtica apariencia del ermitaño, de tal manera que al final acabó por enamorarse de él.

Decidida a que fuese suyo, María acudió a su cabaña e intentó seducirlo. Al principio, el ermitaño la rechazó con una sonrisa benevolente, pero después se limitó a ignorarla y continuar rezando. En jornadas sucesivas María lo volvió a intentar, sin obtener nada, a pesar de que había puesto en práctica todas las artimañas que conocía (y otras que ella misma había discurrido).

Por primera vez, la altiva María probaba las hieles del desamor, para descubrir tan solo que no soportaba que la desdeñasen.

En aquel momento podía haberse dado por vencida, pero, en lugar de eso, prefirió hacer algo que lamentaría por toda la eternidad: solicitó la ayuda de una bruja cuya habilidad para conseguir cosas mediante la magia había hecho famosa en toda la comarca.

En el lóbrego sótano de su casa, delante de María, la bruja invocó al Diablo, quien se presentó sin demora y prometió a la joven que intervendría para hacer que el ermitaño cayese rendido a sus pies. Por supuesto, ella tendría que pagar un precio a cambio. Debía coger la cuchilla que en aquel momento le tendía y con ella sacrificar a un niño de su propia familia en una gruta cercana a la choza del ermitaño. María dudó, pero algo maligno la llamaba desde el interior de aquella hoja de metal. Como en un sueño, vio su mano alargarse y cogerla.

A la noche siguiente sacó a su hermano pequeño de la cuna, lo apretó entre sus brazos y salió sigilosamente de casa. Bajo la luz de la Luna, cruzó la ciudad hasta llegar a las afueras, en donde no tardó en encontrar la cueva que el Diablo le había indicado. Con la mano derecha sujetó al bebé por las piernas, mientras con la izquierda extraía la cuchilla del bolsillo de su falda. La fría hoja de metal saludó con júbilo a la Luna.

Cuando su hermano dejó de moverse, María recobró la razón. Miró entonces con horror su frío cuerpecillo y la sangre que manchaba las rocas de la cueva, en una cantidad tal que parecía inverosímil, y comprendió la magnitud del crimen que acababa de cometer. Desesperada, corrió a buscar la ayuda del ermitaño, quien comenzó a rezar con devoción preguntándole al Señor cuál era su voluntad. Por fin éste le contestó: María quedaba condenada a permanecer en aquella cueva, limpiando la sangre de las piedras con su cuchilla, durante el resto de sus días mortales y aún después, hasta que consiguiese limpiarla por completo.

Pero tanta es la sangre y tan profundamente ha calado en las rocas, que es imposible que María complete nunca su tarea. De hecho, algunos dicen que todavía hoy, en determinadas fechas se la puede ver arrodillada, con el rostro desfigurado por la desesperación y la ropa convertida en jirones; apenas una sombra llorosa que raspa las piedras de la gruta con su brillante cuchilla.

Les goges de l'estany

Existen muchas leyendas, sobre todo en la Cataluña Vieja, donde los protagonistas son esas "mujeres de agua", rodeadas de mito, invención, leyenda y misterio.
En Banyoles y comarca se las conoce como "LES GOGES", pero en otras partes las podemos identificar como "aloges, mujeres de agua, encantadas, encantes, hiladoras, Maria Enganxa, ninfas, náyades" y otros.

Realmente la tradición de las mujeres del agua es tan antigua como la misma cultura griega. Seguramente su origen deberíamos buscarlo en las ninfas, las divinidades mortales a las que la mitología griega otorga el poder fecundador de la Naturaleza: bellas i alegres jóvenes, desnudas o casi, que emplean su tiempo cantando y bailando.

A pesar de que "les goges" son vistas como buenas, su trato con hombres y mujeres ha acabado generalmente de mala manera (sobre todo para los primeros). Pocas personas las han visto y pocos hombres han conseguido casarse con una de ellas y hacer duradera su unión (por las difíciles condiciones que imponen). No obstante, con algo de suerte, se puede observar como se acicalan con peines de oro mientras se reflejan en el agua y cantan bellas melodías. Quien las escucha resulta atraído por su música y no puede resistirse a sus dulces cantos; en ese momento existe el riesgo de ser engullido por las aguas y el pobre infeliz puede quedar encantado para siempre mientras pueden escucharse por todas partes las risas de bienvenida de "les goges".

Cuenta la fábula que en el interior de las cuevas se encuentran los ricos palacios de "les goges", construidos con mármol y alabastro, repletos de oro, plata , perlas, diamantes y todo tipo de joyas. Así mismo están ocultos al visitante por una fina e imperceptible malla hilada con hilo de oro por las propias "goges" en la orilla de l' estany* de Banyoles y tejidas con telares de cristal y husos de marfil.
También se explica que "les goges" celebran a medianoche grandes fiestas en las grietas de las "Estunes". Durante las mismas surgen grandes rayos luminosos de las fisuras de la roca i, si hay luna llena, tras cantar y bailar, "les goges" emergen continuando las danzas, hilando, lavando o reflejándose en las tranquilas aguas de l' estany. También durante la noche suelen extender en el exterior sus vestidos blancos como la nieve. El mortal que logra hacerse con alguna de estas piezas, tiene la vida resuelta asegurándose riqueza y felicidad.

*Estany = lago


Leyenda enviada por Jordi

Gara y Jonay


Según la leyenda, en la Gomera existían entonces siete lugares de los que emanaba agua mágica y cuyo origen nadie conocía. Estos siete chorros, aparte de regalar virtudes revelaban también, cuando te mirabas en sus aguas, si ibas o no a encontrar pareja. Si el agua era clara, el amor llegaría, pero si se enturbiaba, poco había que esperar.

Se aproximaban las fiestas de Beñesmén y un grupo de jóvenes gomeras acudieron a Los Chorros de Epina para mirarse en él. Entre ellas se encontraba Gara, princesa de Agulo. Se asomó y al principio le devolvió una imagen tranquila y perfecta, pero luego surgieron sombras y comenzó a agitarse... Gerián, el sabio del lugar, le hizo una advertencia:

"- Lo que ha de suceder ocurrirá. Huye del fuego, Gara, o el fuego habrá de consumirte".

Gara calló, pero el triste presagio corrió de boca en boca.

En las vísperas de las fiestas, llegaron de Tenerife los Menceyes y otros nobles. El Mencey de Adeje venía con su hijo Jonay, joven fuerte y apuesto. Gara no podía dejar de observarlo, y en cuanto sus miradas se encontraron, el amor los atrapó sin remedio. Poco después, aún en fiestas, su compromiso fue público.

Pero he aquí que en cuanto se empezó a propagar la feliz noticia, El Teide, antes conocido como Echeyde (infierno), empezó a escupir lava y fuego, con tanta fuerza que desde la Gomera el espectáculo era aterrador. Recordaron el presagio dado a la inocente Gara: Gara, princesa de Agulo, el lugar del agua. Jonay, puro fuego, procedente de la Isla del Infierno... Aquel amor era entonces, imposible. Grandes males se avecinaban si no se separaban.

Entonces sus padres ordenaron tajantemente que no volvieran a verse. Ya apaciguado el volcán, y concluidas las fiestas, regresaron a Tenerife todos los visitantes, más uno se fue con el alma vacía y el pecho quebrado.

Cuentan que Jonay se lanzó al mar en medio de la noche, para nadar hasta su amada. Dos vejigas de animal infladas atadas en la cintura le ayudaban a flotar cuando las fuerzas se le agotaban. Larga fue la travesía y ya con las primeras luces del alba llegó a su destino. Furtivamente fue en busca de su amada, y al encontrarse, se abrazaron apasionadamente. Escaparon por los bosques gomeros y bajo un cedro se entregaron a la pasión y al amor. El padre de Gara, enterado de la huida de su hija, salió furioso en su busca.

Los encontraron amándose, y cuando los jóvenes se percataron de su presencia, buscaron la única salida posible... Una implacable vara de cedro afilada, colocada entre ellos, uniendo sus corazones fue su aliado mortal. Mirándose a los ojos, se apretaron el uno contra el otro, traspasándose y dejándolos unidos para siempre.

Gara, princesa del agua, y Jonay, príncipe del fuego, dan nombre hoy a la cumbre más alta de la Gomera y al Parque Nacional de Garajonay.


Leyenda enviada por Menda

Aurora Boreal


Cuenta una leyenda esquimal:

Los límites de la tierra y el mar son bordeados por un inmenso abismo, sobre él aparece un sendero estrecho y peligroso que conduce a las regiones celestiales. El cielo es una gran bóveda de material duro, arqueado sobre la tierra. Hay un agujero en él a través del que los espíritus pasan a los verdaderos cielos. Sólo los espíritus de aquellos que tienen una muerte voluntaria o violenta y el cuervo, han recorrido este sendero. Los espíritus que viven allí encienden antorchas para quitar los pasos de las nuevas llegadas. Esta es la luz de la aurora. Se pueden ver allí festejando y jugando a la pelota con un cráneo de morsa.El sonido silbante y chasqueante que acompaña, a veces, a la aurora son las voces de esos espíritus intentando comunicarse con las gentes de la tierra. Se les debería contestar siempre con voz susurrante. A los espíritus celestiales se les llama "selaimut", "sky-wellers", moradores del cielo.

En tierras saami...

Dice una vieja leyenda, que las colas de los zorros que corrían por los montes lapones, se golpeaban contra los montones de nieve y las chispas que salían de tales golpes se reflejaban en el cielo...

La laguna de Doniños


Antiguamente, en el ayuntamiento de Serantes, había una villa llamada Doniños habitada por paganos a excepción de una pareja que tenían su casa algo apartada. Pasó por allí Nuestro Señor pidiendo alojamiento donde había más abundancia. Pero le arrojaron de allí con cajas destempladas. Sin embargo, nuestra pareja le invitó a pasar a su cabaña, le dieron su magra comida y le dejaron su lecho de pajas para dormir. Al día siguiente, vieron que el peregrino había desaparecido. El hombre fue a su trabajo y cuando llegaba a la villa oyó a su mujer que le llamaba urgentemente. Fue a ver pero cuando llegó junto a ella, ésta le dijo que ella no lo había llamado. En ese momento se oyó un gran estruendo de aguas. Marido y mujer miraron hacia la villa y vieron que era inundada por un gran torrente que surgió de entre unos peñascos. Allí quedó sumergida la villa de Doniños.

Leyenda enviada por Juan Carlos

El espejo de los dioses

Cuenta la leyenda que a la llegada de los españoles a Michoacán, después de la caída de Tenochtitlán, un español se enamoró de Eréndira, la hermosa hija de Tangaxoán, rey de los purépechas. La raptó y la escondió en un precioso valle rodeado de montañas.

La princesa, sentada sobre una roca, lloró tanto que sus lágrimas formaron un gran lago, y luego, desesperada por escapar, se arrojó al mismo, en donde se convirtió en sirena. Desde entonces, por su gran belleza, al lago se le llamó Zirahuén, que en purépecha significa “espejo de los dioses”.

Dicen que la sirena aún vaga por esas aguas y que en las primeras horas de la madrugada surge del fondo para encantar a los hombres y ahogarlos.

La bruja de la Catedral de Girona

Hace muchísimos años, en la ciudad de Girona, vivía una vieja de la que se comentaba entre el pueblo que era una bruja. Aseguraban que volaba por los aires y un vecino afirmó que una noche que se le cruzó un gato negro, le tiró una piedra golpeándole la cabeza y que al día siguiente la vieja aparecía con la frente vendada, la misma zona de la cabeza donde el gato fue golpeado, por lo que se creía que tenia la capacidad de transformarse por las noches.

Esta mujer, tiraba piedras en las paredes de la catedral de la ciudad, soltando blasfemias y riéndose a mandíbula abierta, cantando mientras se iba coplas obscenas. Los ataques con piedras a los muros de la catedral sucedían siempre a la misma hora, después del Ángelus, cuando los vecinos estaban en sus casas y no se veía un alma por las calles.

Cuenta la leyenda, que un buen dia Dios, indignado por la actitud blasfema de la bruja, quiso castigarla y la convirtió en una gárgola de piedra, quedando pegada y empotrada en uno de los contrafuertes del claustro, cerca de la llamada torre de Carlomagno. Al día siguiente, los vecinos de la ciudad pudieron contemplar como había surgido en el muro la deforme figura de piedra y reconocieron en sus rasgos a la vieja. Así acabaron los temores de que la bruja empleara sus malas artes y poderes mágicos contra ellos. Como castigo, acabó siendo parte para siempre del objeto de sus maldades.


Leyenda enviada por Jordi

Leshii, el demonio del bosque


Los bosques del este de Europa constituyen el dominio del leshii, poderoso ente sobrenatural al que corresponde cuidar de los animales y las plantas que habitan en ellos. Con semejante función, no es de extrañar que trate a los humanos de forma extremadamente maliciosa y hostil.

El leshii posee la capacidad de cambiar de aspecto a voluntad. Su tamaño varía entre el de una hierba y el de un árbol. Puede adoptar la apariencia de cualquier animal, y también la de un ser humano, incluso la de uno conocido por la persona a quien se aparece, aunque en estos casos siempre hay algún detalle que lo delata, como, por ejemplo, llevar el abrigo abotonado al revés, tener los ojos blancos o carecer de cejas.

Pero el leshii puede presentarse también bajo su propia forma. A este respecto, existen dos descripciones típicas. Una lo presenta con aspecto de fauno o demonio, es decir: patas de macho cabrío, dos cuernos brotando de su frente, pelo cubriéndole casi todo el cuerpo... La otra lo retrata con una apariencia más vegetal, con la piel rugosa como la corteza de un árbol y el pelo (al igual que el de las rusalkas) verde como la hierba.

De todas maneras, lo más habitual es que les juegue malas pasadas a sus víctimas sin dejarse ver. Todo el que se adentra en el bosque debe permanecer alerta, ya que el leshii probablemente intentará conducirlo hacia un precipicio o un pantano, borrando caminos, cambiando señales de su sitio, haciéndose pasar un amable lugareño o imitando todo tipo de sonidos, incluidos el llanto de un bebé o los lamentos de un agonizante. Puede lanzar asimismo terroríficas carcajadas. Todo sirve con tal de llevar al viajero hacia su perdición.

Cuando alguien se siente bajo el influjo del leshii, lo mejor que puede hacer consiste en caminar de espaldas o ponerse la ropa al revés. Solo así logrará regresar al camino.

A veces el leshii se limita a gastar bromas pesadas, como, por ejemplo, soplar polvo sobre los ojos del viandante, o quitarle el sombrero mediante el mismo método. Y es que el leshii está muy asociado al viento. Sus apariciones son frecuentemente precedidas por una fuerte ráfaga de aire, y se dice que danza en los torbellinos junto a su mujer.

A los campesinos eslavos no les ha quedado otro remedio que aprender a vivir con tan poderoso vecino, y para ello han desarrollado una serie de normas de cumplimiento obligado si no se quiere enfadar al señor de la espesura: en su feudo no se debe silbar, ni jurar, ni herir a plantas o árboles de forma deliberada, ni cazar en determinadas fechas… Añadiendo a esto la realización de pequeñas ofrendas, el viajero podrá cruzar el bosque sin peligro, el pastor dejar a su ganado vagar libre y el cazador obtener una caza favorable.

Cada zona boscosa cuenta con su propio leshii, y estos pelean a veces entre sí, utilizando árboles o grandes rocas como mazas, o juegan a las cartas, apostando parte de la fauna de sus dominios (lo cual explica a ojos de los campesinos las ocasionales migraciones masivas de animales).

El leshii vive en algún tipo de cabaña en lo más profundo del bosque, a veces en compañía de su mujer, la lusanka, y de sus hijos. Esta vida familiar le obliga en ocasiones a solicitar la ayuda de los humanos, como cuando su mujer va a dar a luz y necesita una comadrona.

A pesar de esta faceta más cálida, demuestra poca empatía hacia los seres humanos, llegando, por ejemplo, a raptar a jovencitas o a niños, a los que atrae al bosque haciéndose pasar por sus abuelos o con la promesa de chucherías. “¡Ojalá te lleve el leshii!”, dicen las madres a sus hijos cuando se portan mal, aunque no lo repiten demasiadas veces ya que podría cumplirse.

Según algunos, el objetivo del leshii con estos raptos es ampliar el número de almas bajo su dominio, pues las almas de los que fallecen en el bosque sin haber confesado sus pecados ni recibido la absolución deben vagar por él durante un tiempo, y están sujetas a la autoridad del leshii.

Es posible también venderle el alma de forma voluntaria. Para ello hay que invocarlo primero. Una de las maneras de hacerlo consiste en derribar un álamo durante la noche de San Juan, con cuidado de que caiga hacia el este; después debemos situarnos sobre el tocón, con la cara mirando al mismo punto cardinal pero doblados hacia abajo, y decir: “¡Tío Leshii! ¡Manifiéstate, pero no como un lobo gris, ni como un negro cuervo, ni como un abeto preparado para la hoguera; tan solo como yo!”. Tras una ligera brisa, aparecerá el leshii bajo la forma de un hombre, dispuesto a comprar nuestra alma a cambio de proporcionarnos ayuda en futuras empresas.

La leyenda de Nicté-Ha


Cuenta la leyenda que en las tierras del Mayab, vivía en Nan Chan, un guapo príncipe hijo del rey; el nombre de aquel príncipe era Chacdziedzib que significa Pájaro Carpintero. Él estaba destinado para casarse con una princesa, de tierras lejanas a la que un día conocería. Así tenía que ser ya que un día él sería rey.
Pero el corazón del joven príncipe, ya había elegido a su dueña. Resulta que se enamoró perdidamente de una plebeya, de la hermosa Nicté-Ha, que era hija del guardián del Cenote Sagrado.

Los padres de los jóvenes ignoraban el amor que ellos dos se profesaban, igual ignoraban que se reunían en secreto todas las noches, junto al espejo de agua para declararse su amor.
Chacdziedzib portaba siempre una túnica roja, además escribía hermosos poemas y canciones para su amada, los cuales le leía cuando estaban juntos, y se sentían inmensamente felices.

Pero sucedió que el Gran Sacerdote los descubrió, con gran envidia a la vez que con preocupación veía como florecía ese amor. "¡Jamás una plebeya se convertirá en reina de Nan Chan!" se dijo, y así fue como comenzó a planear un trágico final para esa historia de amor.
Nicté-Ha debía desaparecer para siempre, pero ¿cómo hacerlo? se preguntaba el Sacerdote, para que nadie se diera cuenta que el era el autor, el culpable de la desaparición de Nicté-Ha.

La nana del príncipe que lo había cuidado desde niño, lo conocía demasiado, además lo amaba y estaba dispuesta a hacer todo lo posible para que el joven príncipe fuese feliz. Se dio cuenta del malévolo plan y advirtió a su señor. Entonces Chacdziedzib, envió a la nana en busca de la joven para que la trajera a palacio, donde él pensaba que podía hacerla su esposa en secreto.
Dándose cuenta, el Gran Sacerdote siguió a la nana y la asesinó para impedir que diera aviso a Nicté-Ha. El príncipe al ver que la vieja no volvía, se puso su capa roja y salió. Mientras apresuraba sus pasos, su corazón le gritaba que su amada estaba en peligro.

Mientras tanto, Nicté-Ha que no sabía nada acerca del plan, esperaba como todas las noches a su amado sentada junto al cenote, contemplándose en el inquieto espejo, que le devolvía la imagen de su gran hermosura.
Cuando Chacdziedzib llegó y la vio tranquila, respiró aliviado y la estrechó entre sus brazos. Sólo que este no fue el final de la historia, porque el malvado ya aguardaba en la oscuridad a la sombra de un espantoso chechem. Preparó su arco y busco entre sus flechas envenenadas, y sin esperar más, dirigió la más envenenada al corazón de la joven doncella, atravesándolo de un solo golpe. Nicté-Ha, con la fuerza del flechazo, resbaló y cayó dentro del Cenote Sagrado, hundiéndose rápidamente, desapareciendo así de la vista de su amado. Al poco rato solo flotaba en el agua su blanco huipil.

El príncipe, sin poder contener su dolor, lloraba amargamente y lanzaba gritos lastimeros:

-¡Oh, Dioses! ¡Por qué permitieron este cruel final para nuestro amor! ¡Tengan piedad de mí! ¡Tengan compasión de este enamorado! ¡No quiero perderla! ¡escúchenme! ¡Quiero estar con mi amada, quiero estar con ella para siempre! Rogaba el joven príncipe entre sollozos desgarradores y elevando sus negros ojos al cielo.

Y así fue. El blanco huipil se fue convirtiendo en una hermosa y aromática flor y Wayon, el dios de los pájaros, convirtió al príncipe en un pájaro rojo: el pájaro cardenal.

Así es como desde entonces todas las mañanas se puede ver al pájaro cardenal bajar a los cenotes y posarse cerca de los lirios. Dicen que bajo ese aspecto él sigue cantando y recitando poemas de amor a la flor, a la bella flor que flota en el agua, a la hermosa Nicté-Ha, la flor acuática.

Las brujas del Bailadero de Anaga

El Bailadero, zona montañosa situada al este de la isla de Tenerife, es un lugar donde supuestamente las brujas hacían aquelarres y bailaban alrededor de una hoguera, de ahí su nombre.

El vídeo es cortito y está muy bien.



Vídeo enviado por Menda

La Torre de los Encantados

En una colina, cerca del pueblo de Caldes de Estrach (Barcelona), se levanta una torre que llaman de Los Encantados, y de la que se cuentan diversas leyendas.

Esta es una de ellas:

Una muchacha, hija de una de las familias más pobres del pueblo, desapareció sin dejar rastro. Durante muchos días todos los vecinos buscaron a la joven, sin obtener ni la mas pequeña pista de su paradero, y cuando ya todos la daban por perdida, una mañana apareció ante la puerta de su casa, llevando con ella gran cantidad de joyas y monedas de oro, suficientes para alejar la pobreza de la familia.

Contó la joven que, estando una tarde paseando cerca de los Encantados, un águila enorme se abatió sobre ella, y aprisionándola fuertemente en sus garras, pero sin causarle el menor daño, la llevo hasta el interior de la Torre.

Dejó a la joven en el suelo, y en el acto, el águila se convirtió en un apuesto joven que le pidió disculpas por la forma en que la había arrebatado, y le rogó que le ayudara a deshacer el encantamiento que sufrían él y su prometida, por las malas artes de un malvado mago, envidioso del amor que se profesaban. Sólo se podría deshacer el embrujo si una joven accedía a quedar encerrada en la Torre hasta que una paloma viniera a posarse en sus manos.

La muchacha decidió quedarse y ayudar en lo posible a deshacer el terrible hechizo y el joven le prometió que de nada habría de preocuparse mientras allí estuviera.

Un ejército de duendecillos trabajaba afanosamente para mantenerlo todo perfectamente limpio y ordenado. Media docena de ellos le preparaban sabrosas comidas y otros tantos le confeccionaban suntuosos vestidos y elegantes zapatos. Además de todo eso, cada día, al despertar, encontraba sobre su almohada una espléndida joya o un puñado de monedas de oro.

Pasó mucho tiempo hasta que una mañana la muchacha vio una paloma que volaba derecha a su ventana, seguida de cerca por el águila. La paloma se acercó a ella y suavemente se posó sobre sus manos. En el mismo momento, el águila volvió a recuperar su forma humana y la paloma se transformó en una preciosa joven de dorados cabellos.

Locos de alegría por haber logrado deshacer el encantamiento, añadieron joyas y regalos a los muchos que ya tenía la joven campesina, le agradecieron mil veces su paciencia y desaparecieron, quedando la joven en libertad para volver con su familia.

La calavera número cien


Bill Quick era un duro trampero de Ohio que vivía a principios del siglo XIX en una cabaña de la parte alta del río Scioto. Una tarde, al volver de cazar, encontró su casa desvalijada y a su anciano padre tendido en el suelo sobre un charco de sangre. A pesar que ninguna prueba lo indicaba así, Bill se convenció de que los autores del ataque habían sido los indios, y desde aquel momento los odió con todo su corazón, y prometió vengarse de ellos cien veces.

Silencioso y sutil, casi como una presencia invisible, asesinó sin piedad a muchos pieles rojas que encontró en el bosque. Dentro los círculos de tipis, alrededor del fuego, comenzaron a contarse terribles historias sobre centelleantes cuchillos que salían de la maleza, mortíferas balas provenientes de la orilla del río y sombras que te cortaban el cuello en tu propia tienda antes de que pudieses despertar. Bill Quick se había convertido en la muerte encarnada, al menos para los indios de la región.

Poco a poco, fue reuniendo en las estanterías de su cabaña una siniestra colección de calaveras, pues, a diferencia de otros cazadores de cabezas de su época, para él el cuero cabelludo no bastaba como trofeo. Así que llegó un momento en el cual noventa y nueve rostros descarnados le sonreían desde las paredes de su hogar, y él les devolvía la sonrisa cada mañana pensando en que solo le faltaba una cabeza más para completar su venganza.

Sin embargo, la caza de pieles rojas ya no era tan fácil como antes. Muchos de los indios habían emigrado lejos, a tierras teóricamente más seguras, y los que quedaban se cuidaban muy mucho de evitar las zonas frecuentadas por él. Ahora, aunque a veces acechaba entre los matorrales durante días, siempre regresaba a casa con la bolsa vacía y el corazón lleno de frustración.

Pasó el tiempo, y Bill, que era ya mayor, enfermó sin esperanza de recuperación. Con un pie en la tumba, llamó a su hijo y le hizo prometer junto a su lecho de muerte que completaría la sangrienta labor que él había iniciado. Si no añadía una última calavera a la colección, gruñó enfebrecido, él mismo regresaría del Infierno para recordarle su deber. Intentando reprimir las lágrimas, Tom aceptó la tarea que le encargaba su pobre padre moribundo.

A los pocos días de enterrar al viejo Bill, Tom Quick limpió el rifle de su padre, metió víveres en una bolsa y se adentró en el bosque, aunque él mismo sabía que no tenía madera de cazador, y mucho menos de cazador de cabezas, y que en realidad, ¡qué demonios!, los indios ni siquiera le caían mal. A pesar de todo, lo intentó. Recorrió senderos y caminos, buscó rastros en el bosque todos los días, durante semanas, meses, años, hasta que le quedó absolutamente claro que no lo iba a conseguir. Y entonces dejó de intentarlo, aunque de vez en cuando le asaltaba la desagradable idea de estar fallándole a su padre.

Una mañana, Tom apareció en el pueblo muy nervioso diciendo que la noche anterior, al regresar desde la cantina a su casa, mientras se aproximaba a ella, había oído cómo una barahúnda infernal salía de su interior. Al entrar, se encontró a las noventa y nueve calaveras hablando entre ellas, más en concreto, según dijo, comentando lo inútil que era. Cuando se dieron cuenta de que las estaba mirando, empezaron a rechinar los dientes, y un brillo fosforescente comenzó a salir de las cuencas vacías de sus ojos. Tom no recordaba nada más, tan solo que antes de desmayarse se le había caído al suelo la botella de whisky que llevaba en la mano.

Así fue cómo la gente se enteró de que Tom Quick había jurado a su padre matar a un piel roja. Un día llegaron al pueblo noticias de que un grupo de indios había sido visto en la región. Sus compañeros de juerga se reían de él, y le decían: “¿Eh, Tommy, porqué no vas a ver si por fin le consigues una cabeza de indio a tu padre?”. Y, azuzado por sus risas, Tom caminó el sendero de la guerra otra vez, o, para ser más exactos, se tambaleó por él.

Aquella noche alguien oyó un disparo en las cercanías del río Scioto. A la mañana siguiente, un vecino se acercó a la cabaña de los Quick y, al encontrar la puerta abierta, entró en su interior. Vio que sobre las estanterías reposaban las noventa y nueve calaveras, pero ahora había una más, situada en el espacio por tan largo tiempo vacío, una cabeza recién cortada con un balazo en la frente y una incisión en la cabellera. Desde la estantería le miraban los ojos inertes de Tom Quick.

Santa Mariña d'as augas santas


Santa Mariña es una de las santas gallegas más antiguas y de las más veneradas. Fue hija de Teóbulo, prócer romano, gobernador de Antioquía de Limia, villa hoy sumergida, y en la que nació la santa gallega en el siglo II a.C., durante la dominación romana.

El padre entregó a la niña a los cuidados de una criada campesina, que era cristiana y que en esa fe educó a Mariña. Cuando el padre se enteró, la repudió y la abandonó a su destino en la aldea con la aya. Mariña era muy hermosa y el prefecto romano Olibrio intentó seducirla, aunque sin éxito. Indignado y sabedor de la fe que profesaba la joven, la encerró en un calabozo en espera de que se aviniese a razones. Como no conseguía su propósito, la sometió a diferentes tormentos hasta que quedó exhausta. Pero los intentos de Olibrio de quemarla viva y ahogarla no dieron frutos y entonces decidió decapitarla. Cuando el verdugo cortó su cabeza ésta cayó dando tres saltos en el suelo y diciendo: ¡Creo, creo, creo!... y en aquel lugar surgió una fuente: la de Aguas Santas.

Cuando se celebra la romería, la costumbre es visitar la fuente santa y pedirle un deseo, después visitar O Forno Da Santa, un auténtico crematorio romano donde metieron a Marina para quemarla viva. También se acude al Baño de Santa Mariña, donde Olibrio quiso ahogarla. Allí hay una pila de piedra excavada en una roca que nunca se seca, siempre tiene agua. El agua tiene propiedades curativas. En las inmediaciones hay un roble antiquísimo, El Carballo de Santa Mariña y bajo su sombra hay una piedra que tiene forma de oído y allí acuden los romeros a curarse la sordera.

Merlín dijo: "el agua que el cielo derrama sobre las cavidades de las rocas de los gigantes, cierra las heridas y da la vista a los ojos enfermos".


Leyenda enviada por Juan Carlos




El vigía del fin del mundo


Heimdall es el más solitario de los dioses. Desde las torres de su palacio Himinbiorg, situado en el último confín del universo, sobre el Bifrost, el puente tambaleante que conduce a Asgard, vigila que ningún gigante de la escarcha cruce por él. Se trata de una labor tediosa, pero Heimdall nació especialmente dotado para llevarla a cabo: duerme menos que un pájaro, puede oír a la hierba crecer y ve a una distancia de cien millas, características propias del vigía perfecto.

Su nacimiento fue milagroso en extremo. Se dice que las nueve Doncellas de las Olas, las hijas de Aegir, el dios de los océanos, lo concibieron simultáneamente. Para ello se unieron a Odín durante una ocasión en la cual este había descendido a Midgard y paseaba junto a la orilla del mar.

Heimdall se caracteriza por su bondad y su sabiduría. Los demás dioses buscan su consejo siempre que aparece alguna situación problemática, como, por ejemplo, cuando el gigante Thrym robó el martillo de Thor y pidió a cambio a Freyja.

Según el "Canto de Rig", de la Edda Mayor, Heimdall sería además el fundador de los tres estamentos de la sociedad vikinga: los esclavos, los hombres libres y los aristócratas.

Es por tanto un dios del orden, creador del orden humano y guardián del orden divino. Así no resulta extraño que en varios mitos tenga como antagonista a Loki, el dios del caos.

Su objeto más característico es el cuerno Giallarhorn, que hace sonar para dar la señal de alarma. Su poderoso bramido estremece el aire siempre que alguno de los enemigos de Asgard camina sobre el arco iris sagrado.

Según profetizó la adivina, cuando esté completo el Nalfgar, el drakkar que se construye en Hel con las uñas de los muertos, las fuerzas del caos, comandadas por Loki, cruzarán el Bifrost quebrándolo a su paso. El Gjallarhorn resonará entonces con tanta fuerza que podrá ser escuchado en los nueve mundos llamando a los dioses a la última lucha...

La cueva del rey Cintolo


Cintolo gobernaba en tiempos por aquellos lares en una ciudad que se llamaba Bría. Tenía grandes riquezas y una hija muy hermosa que se llamaba Manfada querida por nobles y plebeyos por sus bondades.
Muchos príncipes y grandes señores acudían a rendir visita al rey por ver si podían casarse con su hija pero Cintolo no tenía prisa por casarla, ni la princesa por casarse. Sus pretendientes eran hombres rudos que habían ganado su fama y posesiones por la guerra, sublevación o asesinato lo cual no aumentaba su valía a los ojos del rey.

Una mañana llegó a Bría un joven conde acompañado de unos pocos escuderos. Entre éstos había jóvenes y viejos para los cuales siempre tenía una palabra amable y todos hablaban bien de él. Se hizo simpático a los ojos de la princesa y de su padre. Pero al poco llegó otro cortejo con gran acompañamiento de hombres de armas que acampó en la plaza como si fuera tierra conquistada. El jefe, hombre cruel y ya mayor, envió un mensaje perentorio a Cintolo exigiendo la mano de su hija para el rey Tuba de Oretón, añadiendo que si no era atendido asaltaría el castillo. El joven conde se ofreció al rey para luchar contra este energúmeno por el amor de la princesa y confiado en que las boas fadas le ayudasen en su esfuerzo.

Pero Tuba era un vedoreiro, un brujo. Sabía que no era rival en buena lid del joven conde y reunió a sus consejeros, también brujos, para lanzar un encanto y vengarse de Cintolo. Hubo un horrísono trueno, un gran estruendo y la ciudad se derrumbó sobre las buenas gentes de Bría. Todos perecieron. El conde, que estaba velando las armas, saltó sobre su caballo y atacó al brujo, al que atravesó con su espada. Al volver al castillo vio que en su lugar había una gran caverna. Entró en ella y sólo encontró grandes piedras y fantásticas columnas pero Brías había desaparecido.

Desde entonces, en la cueva hay un encanto. Una princesa rubia que puede ser vista al amanecer por el mortal de corazón limpio que pase por allí. Si puede desencantarla quedará dueño de sus riquezas, pero si falla será devorado por un monstruo que vive en la cueva.