El Vodyanoi

Se trata de uno de los seres sobrenaturales que, según la mitología eslava, viven en las aguas, junto por ejemplo a las rusalkas (ninfas acuáticas).

El vodyanoi se presenta con un aspecto de anciano, de larga barba blanca y cara y barriga abultados. Algunas veces se le representa con cierto aspecto de pez, pues podemos observar una cola de pez, siendo así su apariencia similar a la de los tritones.

Una de las principales características de este curioso ser es su tremenda capacidad para cambiar de fisonomía. Puede transformarse tanto en lucio o un pez semejante, o en un objeto que se pueda hallar en el mar, como algún tronco flotando, algas, etc. Así tiene la capacidad de mimetizarse para poder atacar tranquilamente a sus víctimas, como pescadores, personas que en ese momento están tomando un baño, etc. Aunque a veces, el vodyanoi, en lugar de atacar de forma violenta, lo que hace es limitarse a gastar pesadas bromas.

Durante el día, el vodyanoi vive en el fondo marino junto a su mujer, que generalmente es una rusalka, y por la noche es cuando sale a la superficie para lidiar batallas contra uno de sus principales enemigos: el espíritu del bosque.

La Victoria Regia


Cuenta la leyenda que una bellísima joven de una tribu indígena, estaba obsesionada con poder tocar la luna. Pero ésta era inalcanzable. Hasta que un día, la joven vio la luna reflejarse en el río y pensó que la luna se estaba bañando así que se arrojó al río para tocarla y se ahogó.

A la luna le dio tanta pena, que rescató su vida pero la transformó en una enorme flor acuática donde la luna se pudiese reflejar todas las noches... la Victoria Regia.

La maldición de Macha

Crunnchu Mac Agnoman era un noble rico que disfrutaba de todos los bienes a los que se aspiraba en la época. Tenía cuatro hijos pero acababa de enviudar. Macha, con el aspecto de una hermosa mujer, se hizo presente en su casa y se puso a su servicio organizando el hogar y a sus criados. Por la noche, compartieron la cena, sin que el noble caballero se atreviera a decir palabra, ya que temía que Macha desapareciere como un espíritu, y luego hicieron el amor. De este modo y de acuerdo a la tradición celta, Macha y Crunnchu, se habían convertido en esposos.

Creo no haberlo dicho antes, pero Macha era una diosa, tenía como animal totémico el caballo y le gustaba al amanecer, competir con estos animales corriendo carreras, cuando todo el mundo dormía.

El número de caballos de Crunnchu, aumento considerablemente. Macha quedó embarazada. En la casa reinaba la felicidad.

A pesar de los ruegos de Macha, Crunnchu se vio obligado a asistir a las asambleas anuales. Macha le advirtió que cualquier comentario sobre la relación que los unía podría atraer todo tipo de desgracias, incluso llegar a separarlos. Le suplicó que se quedara, pero fue en vano. Un noble de su categoría estaba obligado a concurrir. El mismísimo Rey de Ulster Conchobar, presidiría la reunión, así que Crunnchu fue, pero prometió no decir palabra de su relación con Macha.

En un momento, cuando algún noble presente en el lugar alabó la velocidad de sus caballos, no sabemos si por influencia de la cerveza que se bebía sin límites, Crunnchu, rompió su promesa, habló de su mujer y dijo que ella era capaz de ganarle en una carrera a cualquier caballo del mundo.

Conchobar, desafía al noble: si lo dicho es verdad... que tu mujer venga y nos lo demuestre.

Macha se ve forzada a concurrir. Si no se presenta matarán a Crunnchu. Entonces, cuando llega pide un plazo para realizar la carrera. Ofrece realizarla después de dar a luz... Pero como ya les dije, el alcohol corría en la fiesta como si fuera agua y nublaba el entendimiento de los presentes, por eso Macha no tiene más remedio que aceptar la carrera. Sobrepasa a los cuadrúpedos rápidamente, pero al llegar a la meta, cae al suelo y entre gritos de dolor, da a luz gemelos. Ante los gritos y en presencia del parto, los hombres se dan cuenta de lo que han hecho. Pero ya es tarde.

La diosa se pone de pie y dice a todos quién es Macha, hija de Sainreth MacImbaith y maldice a todos los presentes, porque no han tenido piedad con ella, la vergüenza y el deshonor volverán a ellos en cobardía. Cada vez que el reino se encuentre en peligro, sentirán dolores como de parto durante cuatro días y cinco noches y esto sucederá hasta completar las nueve generaciones...

Y así fue...

La cueva de Abauntz


Conocida en la zona como Abaunzko Lamizulo o cueva de lamias, cuenta la tradición que las lamias que habitaban la cueva solían pedir leche a los pastores de la zona. Un día, un pastor de casa Sunbillenea quiso jugarles una broma y mezcló a la leche boñiga de vaca.

Cuando las lamias se dieron cuenta de la faena, persiguieron al pastor hasta la entrada del pueblo, pero entonces comenzaron a sonar las doce en las campanas de la iglesia y las lamias se vieron obligadas a huir a su cueva, no sin antes maldecir al pastor prometiéndole que en su casa no faltaría nunca un manco o un cojo.

El mito del unicornio

El unicornio es una de las criaturas fantásticas más bellas que ha trascendido el plano fantástico, manteniéndose presente desde la antigüedad hasta nuestros días. Para quienes lo ignoren, este es un elegante caballo blanco que presenta un cuerno en la mitad de su frente, dicha característica le ha dado su nombre.

Si decidiéramos remontarnos en el tiempo y realizar un rastreo para saber cuando fue retratado por primera vez, sorprendentemente deberíamos remontarnos al periodo Paleolítico, ya que en la región francesa de Lascaux se han encontrado en una cueva más de mil pinturas rupestres con motivos de hombres y animales entre los que se encuentra este mágico animal.

Por otra parte, aunque en Grecia y en Roma no fue ignorado, su figura fue fundamental sobre todo en la Edad Media, donde un bestiario no era concebido sin esta criatura. Hay que tener en cuenta que la Iglesia, en ese momento, utilizaba imágenes con fines didácticos para transmitirle conocimientos al pueblo que era analfabeto. El unicornio fue elegido como símbolo de la pureza, de la virginidad.

Era también considerado un ser real tan puro como poderoso. Algunas de sus principales características eran la velocidad que lo tornaba inalcanzable y su espíritu indomable. Es por esto que era una de las piezas más preciadas a la hora de la caza y se creía que quien lograba adueñarse de su cuerno lograba tener el ingrediente central de conjuros que curaban enfermedades, potabilizaban el agua, neutralizaban el efecto de cualquier veneno y hasta de la inmortalidad. Obviamente muchos caballeros invertían fortunas en conseguir tan fantástico elemento.

Claro que el unicornio tenía un punto débil ante el cual se mostraba vulnerable, indefenso. Al igual que el dragón, si una doncella virgen se encontraba ante él, este se volvía totalmente dócil, por lo cual estas eran utilizadas como el elemento principal de una trampa letal. La tradición sostiene que, en algunos casos, las doncellas eran tan ingenuas que ni tan siquiera podían imaginar a qué eran expuestos, tras su captura, estos míticos animales.

La Cova d' en Xoroi (Menorca)

A unos metros de la embocadura de Cala'n Porter, en el centro mismo de un imponente peñascal, entre mar y cielo, la naturaleza se recreó cavando una espaciosa cueva, refugio de palomas silvestres, que quizás nadie habría pisado jamás, de no incitar a ello la leyenda.

Y ocurrió que por aquellos tiempos indefinidos en que la isla era asaltada por piratas berberiscos, llegó a la áspera costa un hombre. Es posible que fuera el único superviviente de un galeón hundido o tal vez un corsario al que sus compañeros castigaron abandonándole. Debió trepar por el duro acantilado y alcanzar la cueva, de la que hizo su morada.

El hambre le obligó a arañar de nuevo las rocas hasta coronar la altura y merodeó por los alrededores robando en los predios. Satisfacía las exigencias de su estómago y volvía a su escondite. Pero no conseguía calmar las de su soledad. Y otro día cualquiera, robó una moza payesa, con la que formó su hogar en el misterio de la cueva. Pasaron años, les nacieron hijos al moro y a la menorquina y los payeses del contorno se desesperaban por no encontrar al que hurtaba sus provisiones.

Llegó un invierno más duro que los anteriores y en la isla, caso insólito, nevó copiosamente. El moro, como en tantas ocasiones, robó para los suyos, pero sus pisadas sobre la nieve señalaron la ruta del ladrón a los payeses robados. Reunidos varios de ellos y convenientemente armados siguieron las huellas que les condujeron al borde del cantil, por el que se descolgaron hasta dar con la abertura de la cueva.

El moro,a quien apodaron "xoroi", porque en el breve relámpago de su huida se dieron cuenta de que le faltaba una oreja, al verse acorralado, se lanzó al mar desde unos treinta metros de altura, siguiéndole su hijo mayor, que con él desapareció en las aguas turbulentas. La moza alayorense con los otros tres hijos fue trasladada a la ciudad, y de sus hijos nacieron otros hijos en una larga descendencia que, dicen, no se ha extinguido aún en el día de hoy.

El lago sagrado Antankarana

En el País Antankarana, se encuentra el lago Antañavo. Cuenta el Pueblo Antankarana que hace mucho tiempo, donde hoy está el lago existía un gran poblado que contaba con su rey, príncipes y princesas, con grandes manadas de vacas y campos de yuca, patatas y arroz.

En este pueblo, mezclados entre la población, vivían un hombre y una mujer a quienes sus vecinos no conocían. Se habían casado y tenían un niño de unos seis meses de edad.

Una noche, el niño empezó a llorar, sin que la madre supiera qué hacer para calmarlo. A pesar de las caricias de la madre, de mecerle en sus brazos, de intentar darle de mamar, el niño no cesaba de llorar y gritar.

Entonces, la madre cogió al bebé en brazos y fue a pasear con él a las afueras del pueblo, sentándose bajo el gran tamarindo donde las mujeres solían juntarse por la mañana y por la tarde para moler arroz, por lo que le llamaban ambodilôna. La madre pensaba que la brisa y el frescor de la noche calmarían al niño. En cuanto ella se sentó, el niño se calló y se quedó dormido. Entonces, suavemente volvió para casa, pero nada más cruzar la puerta, el niño se despertó y comenzó de nuevo a llorar y gritar.

La madre salió de nuevo y volvió a sentarse en un mortero a arroz y, como por encantamiento, el niño dejó de llorar y volvió a dormirse. La madre, que quería volver junto a su marido, se levantó y se dirigió hacia casa. Nuevamente, en cuanto la mujer cruzó el umbral de la puerta el niño se despertó y comenzó a llorar violentamente. Por tres veces hizo la madre lo mismo, y tres veces el niño, se dormía en cuanto ella se sentaba en el mortero de arroz, y se despertaba cuando ella intentaba entrar en casa. La cuarta vez, decidió pasarse la noche bajo el tamarindo.

Apenas había tomado esta decisión, cuando de repente todo el pueblo se hundió en la tierra desapareciendo con un gran estruendo. Donde hasta entonces había estado el pueblo no quedaba sino un enorme agujero que de pronto comenzó a llenarse de agua hasta que ésta llegó al pie del tamarindo donde la mujer asustada sostenía a su hijo, apretándole entre sus brazos.

En cuanto se hizo de día, la mujer fue corriendo hasta el pueblo más cercano para contarles lo que había sucedido ante sus ojos y cómo habían desaparecido todos los vecinos.

Desde entonces, el lago adquirió un carácter sagrado. En él viven muchos cocodrilos en quienes los antankarana y los sakalava creen que se refugiaron las almas de los antiguos habitantes de la aldea desaparecida bajo las aguas. Por esta razón, no sólo no se les mata sino que se les da comida en ciertas fechas.

Tanto el lago Antañavo como en el gran tamarindo, los cocodrilos que en allí habitan son venerados y se acude a ellos para pedir ayuda.

Así, cuando una pareja no acaba de tener hijos, acude al lago e invoca a las almas de los habitantes desaparecidos pidiéndoles que se le conceda una numerosa descendencia, prometiendo, a cambio, volver para ofrecerles el sacrificio de animales para su alimento. Cuando la petición tiene éxito, la pareja regresa al lago para cumplir lo prometido. Los animales sacrificados se matan muy cerca del agua, parte se echa en el agua y parte de su carne se reparte por las cercanías del lago para provocar que los cocodrilos se alejen lo más posible del agua, porque piensan que cuanto más se alejen mayor será la ayuda que proporcionarán.

Cuando un antakarana cae enfermo, se le lleva muy cerca del lago, se le lava con sus aguas y dicen que se cura.

Está prohibido bañarse en sus aguas e incluso hasta meter en ellas las manos o los pies. Cuando uno quiere beber o tomar agua del lago, debe hacerlo con la ayuda de un recipiente dispuesto al final de una vara larga y sólo puede beberla a algunos pasos de la orilla.

También está prohibido escupir en el lago o cerca de él, así como hacer sus necesidades en los alrededores. Se cree que quien violara estas prohibiciones sería devorado, pronto o tarde, por los cocodrilos.

La princesa d' A Barbança


En tiempos de la conquista romana llegó a Barbança una cohorte de tropas que pusieron en alerta a los celtas de Touta. La defensa de los celtas era impenetrable para los militares romanos.

Después de muchas luchas, los romanos pagaron a un traidor y lograron coger prisionera a la hija del rey de Touta. Pedían a cambio de su libertad que dejasen las armas y un rescate en oro. Los celtas de A Barbança dejaron las armas para poder recuperar a la hija del rey. Los romanos devolvieron viva a la princesa, pero le cortaron los dos pechos.

Desde entonces, se cuenta que el río Barbança antes de llegar al mar, grita fuerte, casi con más fuerza ahora, con el mismo ruido que semeja al que hacen las armas al caer al suelo unas sobre otras. Al borde del mar, los muchachos lanzan piedras para que al rebotar sobre las aguas hagan que sus deseos se conviertan en realidad. Las piedras son runas (cantos rodados de los ríos) que quieren decir "secretos" en lengua celta.

Leyenda enviada por Juan Carlos

Finn y la cierva

Un día en que Finn y sus compañeros regresaban con sus perros de una cacería en el monte Allen, una cierva se cruzó por su camino y todos comenzaron a correr tras ella.

Pronto los perseguidores fueron quedando atrás, excepto Finn y sus dos perros, Bran y Skolawn.

Estos perros tenían un origen muy peculiar ya que eran hijos de Tyren, tía de Finn, que había sido transformada en perra por un encantamiento. Ellos eran los mejores canes de toda Irlanda y Finn les admiraba y amaba mucho.

Cuando la cacería se dirigía hacia un valle, la cierva se detuvo, se recostó, y Finn vio que sus perros jugaban con ella lamiéndole la cara. Finn ordenó que nadie le hiciera daño y ella los siguió durante todo el camino de regreso.

Esa misma noche, él se despertó y vio junto a su cama a la mujer más hermosa que jamás había visto durante toda su vida.

-Soy Saba, Finn, soy la cierva que perseguiste en la cacería de hoy -dijo ella- A causa de no haber querido dar mi amor al druida de la tierra de las hadas, me convirtió en lo que has visto, y he estado así durante tres años. Uno de sus esclavos, apiadándose de mí, me reveló que si podía llegar hasta vuestra morada de Allen, oh Finn, volvería a mi forma original.
Temía ser destrozada por vuestros perros o herida por los cazadores, y por eso sólo me deje alcanzar por vos, y por Bran y Skolawn, quienes tienen la naturaleza del hombre y no me harían daño
.

Finn prometió protegerla y pronto la hizo su esposa. Tan profundo fue el amor que se tuvieron, que durante meses no se preocupó de luchar ni guerrear, sino simplemente de pasar cada día con su bella esposa.

Un día llegó la noticia de que barcos de guerra del Norte estaban en la bahía de Dublín, así que Flinn mandó llamar a todos sus hombres, y le dijo a su esposa:

-Los hombres de Erín nos dan tributo y hospitalidad para que los defendamos de los invasores, y sería una vergüenza aceptar los pagos sin dar de nuestra parte lo que se pide.

Durante siete días estuvo ausente Finn, hasta que los escandinavos se alejaron de las costas de Erín. Al octavo día regresó entre los suyos, pero vio la preocupación en los ojos de hombres y mujeres y Saba no estaba en la muralla esperando su regreso.

Ante el pedido de Finn, le contaron lo que había sucedido. Saba esperaba ansiosa su regreso, y un día apareció Finn con sus dos perros y hasta se escucharon las notas de la llamada de caza de los de la Fianna en el viento.
Saba corrió hacia la verja a recibir a su amado, pero era un falso Finn que blandió una varita de avellano y la convirtió de nuevo en un ciervo. Sus perros comenzaron a perseguirla haciéndola huir.
Los hombres tomaron todas las armas que pudieron y salieron en busca del hechicero, pero no encontraron a ninguno de los dos.

Finn se retiró a su habitación y se encerró un día completo, aunque luego siguió ocupándose de los asuntos de la Fianna como siempre. Durante siete años buscó a Saba por cañadas, bosques y cuevas de toda Irlanda, con la sola compañía de sus fieles perros hasta que perdió toda esperanza y renunció.

Un día mientras cazaba en Ben Bulban oyó que los perros gruñían con furia, él y sus hombres corrieron hacia ellos y encontraron que los canes intentaban acercarse a un niño de largos cabellos rubios, que estaba desnudo al pie de un árbol, mientras Bran y Skolawn los mantenían a distancia.
Los fians apartaron a los perros y se llevaron con ellos al muchacho que, cuando aprendió a hablar, les contó su historia.

Él no había conocido ni padre ni madre alguna. Siempre había vivido en un valle cerrado por acantilados altísimos y había sido cuidado por una cierva amorosa.
Durante el verano se alimentaba de frutos silvestres y durante el invierno se mantenía con las provisiones que guardaba en su cueva.
De tanto en tanto, aparecía un hombre de aspecto oscuro que hablaba con la cierva, a veces con ternura y otras con amenazas, pero la cierva siempre huía de él.

Un día, el hombre llegó y estuvo largo rato con la cierva, hasta que la tocó con una varita de avellano y la obligó a seguirlo sin mirar atrás. El niño intentó ir tras ellos pero no pudo mover su cuerpo, llorando de rabia y desolación, cayó al suelo y perdió el sentido. Cuando volvió en sí estaba en la ladera de la montaña de Ben Bulban y durante días buscó aquel valle verde, hasta que los perros lo encontraron.

Finn se dio cuenta de que era su propio hijo y le llamó Oisin, pequeño ciervo, quién fue conocido como guerrero y gran compositor de canciones y fábulas.

El churrinche


El indio, nuestro bisabuelo, era silencioso, áspero, heroico y amaba a la tierra como la ama el espinillo. Se defendía con boleadoras de roca mora, lanzas de madera curada y flechas de urunday.

Cuando llegaron los españoles declararon la guerra, al principio los españoles perdían, pero habían quedado muy pocos indios. Hicieron fogatas pegando gritos, declarando otra guerra. Cuando los indios salieron del cerro, los españoles los mataron y el último cacique quería llegar al río, pero no le alcanzaron las fuerzas y entonces se abrió la herida, sacó su corazón rojo que se transformó en un churrinche y ahí anda el churrinche que no canta por no llorar.

Pegaso, el caballo alado

Allá donde pisaba Pegaso, el agua brotaba mágicamente de su huella...

Pegaso era un caballo blanco con alas, nacido del encuentro entre Poseidón, el dios griego del mar y de los caballos, y Medusa, una de las tres Gorgonas. Cuando Perseo, mitad dios por tener a Zeus como padre, acabó con su vida tras una lucha cruenta, Pegaso nació del cuello de la Gorgona, al igual que su hermano, el gigante Crisaor, y al salir batiendo sus alas se elevó, momento en que aprovechó Perseo y subiéndose a él, escapó de las otras dos Gorgonas. Así nació Pegaso.

Su nombre, Pegaso, o Pegasus, proviene de Pagé que significa en griego “manantial”. Este fabuloso caballo, indomable, que volaba moviendo las patas como si corriera sobre el mismo aire, poseía el poder de hacer surgir agua allí donde pisase y poseía, además, un carácter indomable que lo convirtió en reto para aquellos que ansiaban tenerlo bajo su mando. Como, por ejemplo, Belerofonte.

Belerofonte, héroe griego hijo del Rey Glauco de Corinto, vivía obsesionado con capturar a Pegaso hasta que una noche Atenea, diosa de la razón, regaló una solución al ansioso héroe para capturar al rebelde caballo alado: una brida de oro que le permitiría domarlo. Y funcionó, convirtiéndose así Pegaso en el compañero de las hazañas mitológicas que más tarde llegarían. Ahora bien, un día Belerofonte quiso más, quiso convertirse en dios y llegar montado sobre el corcel hasta el mismo monte Olimpo. Zeus ante tal osadía mandó a un pequeño insecto a que picara a Pegaso, (otros cuentan que fue un rayo lo que le envió). Este, al sentir la punzada, se revolvió de tal manera que el pretencioso héroe corintio cayó al suelo quedando lisiado de por vida. Así Pegaso consiguió escapar de él y alejarse batiendo sus alas.

Por fin Pegaso volvía a volar en libertad. Pero cierto día ocurrió que en el monte de nombre Helicón se celebraba un concurso de preciosas voces. Tan bellas eran que el monte se fue elevando hacia el cielo sin control ninguno. Ante esto Poseidón mandó a Pegaso a dar un coz a la montaña para parar su rápido crecimiento, orden que fue cumplida. Ahora bien, donde Pegaso golpeó nació una fuente, la Fuente Hipocrene, fuente consagrada a la inspiración que proporcionan las Musas.

Además, Zeus lo nombró portador del rayo y del trueno, símbolos máximos de su poder, y el encargado de conducir el carro de Aurora, que con su paso anuncia día, antes del amanecer, la llegada de su hermano Helios, que no es otro que el Sol. Con el paso del tiempo, Zeus lo convirtió en una constelación formada por cuatro magníficas estrellas brillantes en forma de cuadrilátero.

La diosa Ganga

Cuenta una antigua leyenda hindú que Himalaya, dios de la gran montaña, tuvo una hija de gran belleza a la que puso de nombre Ganga, conocida también como Maa Ganga (madre Ganges) o Ganga Devi. La diosa Ganga fue en principio esposa de Visnú, hasta que éste decidió cederla como tal a Shiva. Tiempo después también se convirtió en la consorte de un rey, en concreto del rey Shantanu.

Precisamente estando casada con el rey Shantanu, la diosa Ganga jugó un papel importante en el nacimiento de los Vasus, los ocho dioses del día: viento, fuego, agua, amanecer, luz, luna y estrella polar. Según relata la mitología, estos dioses sufrían una terrible condena que lo obligaba a nacer de nuevo pero como seres mortales. Ganga, apiadándose de ellos, se convirtió en la gran madre de todos con la promesa de acabar con su existencia nada más nacer, buscando así obtener nuevamente para ellos la inmortalidad. Y así lo hizo...

Pero llegó el momento de acabar con el último de los recién nacidos, Bhishma. En ese instante apareció el rey Shantanu y evitó el infanticidio. Bhishma, ya convertido en hombre, terminaría convirtiéndose en uno de los principales héroes de la gran epopeya mitológica hindú conocida como Mahabharata.

Pero sigamos conociendo la historia de Ganga y, por ende, del sagrado río Ganges al que personificaba.

Cuenta la mitología que, en un principio, fue el dios Brahma, el creador del universo, quien dio vida al Ganges alimentándolo del sudor de uno de los pies de Vishnú, el dios conservador, pero que por ese entonces el río tan sólo corría por el cielo. Fue Shiva, el dios destructor, quien un día bajó las aguas del cielo hasta la tierra para con ello liberar a la gran cantidad de almas que habían sido condenadas por los dioses. Además, estas aguas sagradas, que brotan de la divina cabellera de este dios, buscan calmar la sed de las tierras de cultivo.

Pero conozcamos otra versión de este mito... Sagara, rey mortal, engendró 60 mil hijos. Cierto día, enfrentado al dios Indra, dios del cielo visible, por el robo de su caballo, ordenó a todos sus hijos que buscaran al valioso animal. Para ello habían de llegar al reino de Patala, el cual se encontraba en lo más profundo de la tierra. Y justo aquí lo encontraron. Pero erraron al culpar y golpear a un anciano, Kapila, que encontraron cerca del caballo pensando que era el propio Indra. Kapila los azotó con tal terrible mirada que terminaron agonizando y muriendo entre las llamas que surgían inexplicablemente de sus propios cuerpos. Después, tendrían que vagar eternamente como almas malditas.

Ansuman, nieto del rey, rogó por el perdón de Kapila y éste se lo concedió, pero al mismo tiempo le dijo que las almas de los hijos de Sagara regresarían de su eterno destierro sólo cuando las aguas del Ganges bajaran del cielo a la tierra.

Fue Bhagiratha Raja, hijo de un hijo de Ansuma, el que lanzó el definitivo ruego a Brahmá, y éste le concedió el que Ganga, la diosa, descendiera desde el cielo para purificar con su divino elemento las cenizas de lo que antes eran cuerpos. Pero tanta era la altura entre los dos mundos, que también pidió a Shiva que creara un camino entre ellos dos para que la fuerza de las aguas no devastara la superficie de la tierra.

Entonces Ganga bajó primero hasta la cabeza de Shiva y entre sus cabellos se dividió en siete ríos, el mítico Ganges y sus afluentes. Así llegó el agua divina hasta el hondo agujero por el cual habían bajado al inframundo los Sagaras, lo inundó liberando sus almas y dio origen a un gran océano.

Hoy en día el Ganges sigue siendo considerado como un río sagrado. Bañarse en él supone la purificación del cuerpo y del alma.

Silky, el fantasma travieso

Se dice que Silky es el travieso fantasma que se desliza en torno a las casas de campo de la región inglesa de Northumbria. Varias leyendas cuentan la misteriosa aparición de este fantasma envuelto en su tradicional seda negra.

Silky merodea los bosques, las granjas aisladas y los senderos de Belsay, cerca de Morpeth. Es una imagen que sorprende a los incautos campesinos o a las doncellas que transportan leche en sus carros. Suele pasear sobre todo por la peña de Belsay, y se sienta en un árbol por encima de la cascada, para contemplar desde allí lo que sucede más allá de las aguas. Ese árbol es conocido en la región como la Silla de Silky.

También se cuenta que Silky vive en la casa encantada de Denton Hall, una mansión al oeste de Newcastle. La aparición ha sido muchas veces vista flotando en la escalera. Un día, un joven rico que permanecía en el salón de la casa vio a una anciana vestida con una bata negra de raso junto a la chimenea. Sobre su rostro arrugado llevaba una capucha oscura.

La anciana comenzó a decirle al joven: “Si supieras lo que yo sé y pudieras ver con mis ojos...”. Y comenzó a relatarle los peligros que pasaría al cabo de su vida. Cuando el hombre se levantó de su asiento, la imagen desapareció. Lo único que podía oírse era el susurro de la seda tocando el suelo.

A finales del siglo XVIII, los habitantes de Black Heddon apenas podían dormir con las misteriosas travesuras de un fantasma que levantaba las faldas de las chicas de la ciudad. Silky se aparecía en los caminos a los jinetes, e incluso, en ocasiones, se sentaba con ellos detrás en la montura. Sólo era apreciable porque los caballos se inquietaban demasiado.

Lo único que se sabe es que este fantasma juguetea en la región de Northumbria. Nunca le ha hecho daño a nadie, porque no es su interés. Simplemente quiere jugar y divertirse, aunque claro, eso a todo el mundo no le parece lo mismo, sobre todo si tenemos como compañero de juegos a un fantasma.

La Casa del Trueno

Cuenta la leyenda que existía una caverna entre Totomoxtle y Coatzintlali, donde los antiguos sacerdotes habían construido un templo para dedicarlo al Dios del Trueno, la lluvia y los ríos.

En el lugar, siete sacerdotes se reunían cada vez que era necesario el cultivo de la tierra, sembraban y luego cosechaban los frutos. También siete veces invocaban a las deidades y cantaban hacia los cuatro puntos cardinales, porque según la matemática y cuentas esotéricas de estos sacerdotes cuatro por siete eran veintiocho y éstos eran los días que formaban el ciclo lunar.

Según se dice, esos sacerdotes también hacían sonar el gran tambor del trueno y lanzaban flechas encendidas al cielo, poco después de ello comenzaba la tormenta con truenos y relámpagos, llovía torrencialmente y por muchos días, haciendo que los ríos se desbordaran.

Pasaron siglos y arribaron a ese lugar un grupo de personas vestidas de un modo particular, que traían consigo otras costumbres, religiones y leyendas.

Todos ellos tenían como característica principal que siempre estaban sonriendo, felices de haber llegado a un lugar donde había de todo, frutos, animales de caza, agua y un bello clima.

Se instalaron en ese sitio y lo llamaron Totonacan, pero los siete sacerdotes de la caverna del trueno no estaban de acuerdo con esa invasión y de inmediato se fueron a la caverna ha producir, truenos, relámpagos y torrenciales lluvias con el fin de asustarlos para que se marchasen.

A causa de sus ritos, llovió mucho y muchos días hasta que alguien del grupo se dio cuenta que esas tormentas las generaban los sacerdotes de la caverna.

Los totonacas, que era gente pacífica buscaron a los sacerdotes y los colocaron en una pequeña embarcación, dándoles provisiones y agua.

Luego, los lanzaron al mar en donde se perdieron para siempre.

Sin embargo, después de haber sacado de allí a los sacerdotes era necesario dominar a los dioses del trueno y las lluvias para que no destruyeran con su furia el pueblo recién asentado.

Para lograrlo se reunieron los sabios y sacerdotes y decidieron que no podrían hacer nada contra esas fuerzas y que lo mejor sería rendirles culto, adorar a esos dioses y rogarles que tuvieran piedad de ese pueblo. Para ello, en la antigua caverna donde se rendía culto al Dios del trueno, los totonacas levantaron el templo del Tajín, que quiere decir lugar de las tempestades.

Y de allí en adelante le rindieron culto no sólo al Dios del Trueno sino, que le imploraron durante 365 días, que es la cantidad de nichos que tiene el monumento, pidiendo por buen tiempo en algunas épocas del año y lluvias cuando fuera necesario para fertilizar las tierras.

En ese lugar, hoy sigue estando ese templo que se conoce en todo el mundo como pirámide o templo de El Tajín.

Así es la historia de cómo nació esta pirámide, para venerar y respetar al Dios del Trueno, que fue adorado por esas personas que vivieron mucho tiempo antes de la llegada de los extranjeros y también de los totonacas, cuando el universo recién comenzaba su existencia.

Kaguya-hime

Hace mucho tiempo, un anciando encontró a una niña recién nacida en una de las laderas del monte Fuji. La llamó Kaguya-hime. Al crecer, la niña se transformó en una hermosa mujer y se casó con el Emperador. Pero transcurridos siete años de su matrimonio, le dijo a su marido que como no era mortal, debía regresar al cielo. Para consolar al Emperador, le entregó un espejo dicéndole que en él siempre podría verla.

El Emperador, deseoso de ir al cielo junto a ella, utilizó el espejo para seguirla hasta la cima del Fuji... pero no pudo continuar. Su amor desengañado hizo que se prendiera fuego al espejo y desde ese día, de la cima de la montaña, siempre sale fuego.

El juicio de Paris

En la mitología griega, el Juicio de Paris fue el desencadenante de la legendaria Guerra de Troya. Ha sido un tema recurrente en las artes por su relevancia poética y los efectos futuros que éste provocó. La decisión del joven príncipe troyano llevó a su propio pueblo a la ruina sólo por el amor de la más bella mujer.

Todo comenzó con la mítica boda de Tetis y Peleo, una importante celebración a la que estaban invitados dioses y mortales. Pero Eride, diosa de la discordia, no había recibido invitación, por lo que conjugó una venganza digna de su atributo: sembrar la discordia entre los invitados.

Se presentó entonces en la fiesta con una manzana de oro con la inscripción “Para la más bella”, la lanzó sobre la mesa donde se sentaban los dioses y se retiró. En ese momento, Atenea, Afrodita y Hera comenzaron a disputarse la manzana, lo que provocó una interminable disputa, hasta que Zeus tuvo que intervenir, clamando que la elección sería de un joven mortal. El afortunado –o desgraciado- fue el hijo del rey de Troya, llamado Paris. Zeus lo escogió porque el joven príncipe había vivido siempre alejado del mundo y de las pasiones humanas, y su juicio sería el más imparcial.

Las tres vanidosas diosas –más pasionales que los propios humanos- trataron de convencer a Paris ofreciéndole importantes recompensas. Hera le ofreció todo el poder que pudiera desear y hasta el título de Emperador de Asia; Atenea le ofreció la sabiduría y la victoria de cualquier guerra futura, y por último, Afrodita le prometió el amor de la mujer más bella del mundo. Paris proclamó como vencedora a Afrodita, sin saber que su decisión traería las peores consecuencias para su ciudad, ya que la hermosa mujer que había prometido la diosa era nada más y nada menos que Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta.

Troya y Esparta eran dos pueblos con relaciones anteriores y durante una de las visitas de Paris a tierras espartanas, conoció a Helena. La promesa de Afrodita se cumplió cuando hizo despertar en ella una ferviente pasión por el joven troyano. Luego de haber estado una noche en su palacio, Paris se llevó a la bella Helena con él de regresó a Troya.

Colérico ante semejante ofensa, el rey Menelao nombró a su hermano Agamenón comandante en jefe para llevar a cabo el rescate de Helena que luego desembocó en la legendaria Guerra de Troya.

El atrapasueños

Hace mucho tiempo cuando el mundo era joven, un viejo líder espiritual Lakota estaba en una montaña alta y tuvo una visión.

En esta visión Iktomi, el gran maestro bromista de la sabiduría apareció en la forma de una araña. Iktomi habló al líder en un lenguaje sagrado, que sólo los líderes espirituales de los Lakotas podían entender. Mientras le hablaba Iktomi, la araña tomó un aro de sauce, el de mayor edad. También tenía plumas, pelo de caballo, cuentas y ofrendas y empezó a tejer una telaraña.

Hablaba con el anciano acerca de los ciclos de la vida, de cómo empezamos siendo bebés y pasamos a la niñez y después a la edad adulta. Finalmente llegamos a la ancianidad, donde debemos ser cuidadosos como cuando éramos bebés completando el círculo.

Pero Iktomi dijo, mientras continuaba tejiendo su red:

-En cada tiempo de la vida hay muchas fuerzas, algunas buenas y otras malas. Si te encuentras con las buenas ellas te guiarán en la dirección correcta. Pero si escuchas a las fuerzas malas, ellas te lastimarán y te guiarán en la dirección equivocada.

Mientras la araña hablaba continuaba entretejiendo su telaraña, empezando desde afuera y trabajando hacia el centro. Cuando Iktomi terminó de hablar, le dio al anciano Lakota la red y le dijo:

-Mira la telaraña, es un círculo perfecto, pero en el centro hay un agujero. Úsala para ayudarte a ti mismo y a los tuyos, para alcanzar tus metas y hacer buen uso de las ideas de la gente, sus sueños y visiones. Si crees en el gran espíritu, la telaraña atrapará tus sueños buenos y los malos se irán por el agujero.

El anciano Lakota explicó su visión a su gente y ahora los indios Sioux usan el atrapasueños como la red de su vida. Lo cuelgan encima de sus camas para escudriñar sus sueños y visiones.

Algunas divinidades celtas

La palabra celtas aparece por primera vez en la Periégesis del geógrafo e historiador griego Hecateo de Miletos, contemporáneo a las guerras Médicas, y el primero que en sus Historias o Genealogías trata de separar lo real, lo histórico, de la poesía y de los mitos. Los romanos, por su parte, abrazaron con el nombre de Galli (galos) a todos los pueblos de raza céltica que habitaban no solamente la Italia del Norte y la Alemania del Sur, sino los países entre el Rhin y los Alpes, los Pirineos y el Océano.

Como todo pueblo primitivo, los celtas eran politeístas, y cada país veneraba a sus divinidades regionales, a las que vinculaban, mayormente, en aguas, montañas y animales. También contaban con una demonología bastante completa, más importante seguramente en la vida diaria que los grandes dioses. De hecho, ciertos escritores antiguos dicen que los galos creían en una especie de espíritus elementales llamados Dusi, palabra traducida al latín como incubi y succubi.

El culto a las aguas (manantiales, fuentes o ríos) estaba muy extendido. Diva, Deva, Devona (la divinidad), era una apelación frecuente de los ríos galos. Los actuales ríos franceses que empiezan con Dive no son otra cosa sino los Diua galorromanos, deformación de Deua, diosa. Borvo, Bormo o Bormanis (el hirviente), dios de las fuentes termales, se reconoce aún en ciertos nombres de estaciones famosas a causa de la temperatura de sus aguas.

Pero la más característica de estas divinidades de las aguas era la diosa Epona, especie de Hipocrene griega (epos, ona = hippos, krene), fuente caballita. El caballo que la acompañaba siempre formaba con ella un dúo inseparable. Era también la diosa de la abundancia agrícola, pues nada fertiliza el suelo mejor que el agua.

Esta diosa fue la única divinidad celta que tuvo un puesto honroso en el panteón greco-romano. La caballería celta que combatía junto a las fuerzas romanas hizo popular el culto a esta diosa hasta en los países de Oriente. Naturalmente, su propio nombre epos, caballo, la había hecho diosa de la caballería.

Los celtas también divinizaban la cima de las montañas, como el pico Ger (garrus deus) de los Bajos Pirineos, que fue una divinidad hasta fines de la época romana. Otros se convertían en morada de los dioses; por ejemplos, Dumias, dios tutelar del Puy de Dome, que acabó siendo un epíteto de Mercurio, cuyo templo se levantaba en su cumbre. La Montaña Negra (mons Abona), los Ardennes (silva Arquenna), etc., eran también divinidades. Los árboles y los bosques también eran adorados.

Entre algunas divinidades figuran: Vosegus, dios de los Vogos; Ardvina, ninfa de los Ardennes; Robur, Fagus, Abellion, Buzeno, los dioses-árboles roble, haya, manzano y boj. Entre los animales sagrados están el caballo, el cuervo, el toro y el jabalí. El toro también fue objeto de culto especial, considerando que en muchas mitologías y religiones primitivas, como la egipcia y la minoica, se tiene en cuenta a este animal, símbolo de fuerza y del poder generador.

La piel del cocodrilo

En algunas aldeas de Namibia cuentan que hace mucho, mucho tiempo, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuera de oro. Dicen que pasaba todo el día debajo del agua, en las aguas embarradas y que sólo salía de ellas durante la noche, y que la luna se reflejaba en su brillante y lisa piel. Todos los otros animales iban a esas horas a beber agua y se quedaban admirados contemplando la hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, orgulloso de la admiración que causaba su piel, empezó a salir del agua durante el día para presumir de ella. Entonces, los demás animales, no sólo iban por la noche a beber agua sino que se acercaban también cuando brillaba el sol para contemplar al cocodrilo.

Pero sucedió, que el sol brillante, poco a poco fue secando la piel del cocodrilo, cubierta de una capa de reluciente barro, y cada día se iba poniendo más fea. Al ver este cambio en su piel, los otros animales iban perdiendo su admiración. Cada día, el cocodrilo tenía su piel más cuarteada hasta que se le quedó como ahora la tiene, cubierta de grandes y duras escamas parduzcas.

Finalmente, ante esta transformación, los otros animales no volvieron a beber durante el día ni a contemplar hermosa piel dorada del cocodrilo.

El cocodrilo, antes tan orgulloso de su piel dorada, nunca se recuperó de la vergüenza y humillación y desde entonces, cuando otros se le acercan se sumerge rápidamente en el agua, con sólo sus ojos y orificios nasales sobre la superficie.

Leyenda de Iasá

En la tribu de los Cashinahuas vivía una joven tan hermosa que todos los que la veían se enamoraban de ella. Pero Iasá amaba solamente a Tupá, el hijo del dios supremo Tupán.

El demonio Anhangá, enamorado también de Iasá, sentía una terrible envidia de Tupá y decidió robarle la novia. Para lograr su maligno propósito, se apareció un día ante la madre de Iasá y le dijo:

-Si tu impides la boda de Iasá y Tupá y haces que tu hija se case conmigo, yo te daré caza y pesca abundantes durante toda tu vida.

La ambiciosa madre pensó que si obedecía a Anhangá no tendría que preocuparse más por conseguir alimento. De inmediato le prohibió a Iasá volver a ver a Tupá y decidió fijar la fecha del matrimonio de su hija con Anhangá.
Al conocer la decisión de su madre Iasá se sintió desesperar. Sabía que al casarse con Anhangá tendría que ir a vivir al infierno, en el centro de la tierra, y que jamás volvería a ver el cielo, donde vivía su amado Tupá junto a su padre, el dios supremo Tupán. En medio de su tristeza, quiso ver a Tupá por última vez, aunque sólo fuera de lejos, y así se lo pidió a Anhangá.

El demonio decidió complacer a Iasá pero le impuso una condición:

-Te harás una herida en un brazo para que las gotas de tu sangre marquen el camino que te lleva al cielo, así podré seguirte.

Conforme a lo prometido, el día señalado para la boda, poco antes de la ceremonia, Iasá partió a visitar a Tupá por última vez. Se había hecho una herida en el brazo y a medida que avanzaba, las gotas de sangre iban formando un arco rojo en el cielo.
Tupá que era muy poderoso, ordenó al sol, al cielo y al mar que acompañaran a Iasá en su camino y que para confundir a Anhangá dibujaran tres arcos más, al lado de la franja roja. El sol, Guarací trazó un arco amarillo, el cielo Iuaca, dibujó un arco azul claro, y el mar, Pará formó un arco azul oscuro.

Pero Iasá no logró llegar al cielo, ni ver a Tupá, debilitándose cada vez más, fue cayendo lentamente hacia la tierra. Su sangre se mezcló primero con la franja amarilla de Guarací y se formó un arco anaranjado y, después, al mezclarse con el arco azul de Iuaca, dibujó otro arco de color violeta.

Al caer sobre la tierra, Iasá murió en una playa, bañada por el agua del mar y por los rayos del sol. No se casó con Anhangá, ni se fue al infierno...
De su cuerpo subió un arco verde, formado por la mezcla azul de Pará con el amarillo de Guarací, y se convirtió en el séptimo arco que seguía la trayectoria de los otros seis...

El problema

Cuenta la leyenda que, en un monasterio budista ubicado en una ladera casi inaccesible de las frías y escarpadas montañas de los Himalayas, un buen día uno de los monjes guardianes amaneció sin vida.

Le hicieron los rituales tibetanos propios para esas ocasiones, llenos de profundo respeto y misticismo. Sin embargo, era preciso que algún otro monje asumiera las funciones del puesto vacante del guardián. Debía encontrarse el monje adecuado para llevarlas a cabo.

El Gran Maestro convocó a todos los discípulos del monasterio para determinar quién ocuparía el honroso puesto de Guardián.
El Maestro, con mucha calma, colocó una magnífica mesita en el centro de la enorme sala en la que estaban reunidos y, encima de ésta, puso un exquisito jarrón de porcelana, y en él, una rosa amarilla de extraordinaria belleza, y dijo:

- He aquí el problema.
- Asumirá el puesto de Honorable Guardián de nuestro monasterio el primer monje que lo resuelva.

Todos quedaron asombrados mirando aquella escena: un jarrón de gran valor y belleza, con una maravillosa flor en el centro.
Los monjes se quedaron como petrificados, en el más respetuoso silencio, hundidos en sus interrogantes internos ...

¿Qué representaría ese bello jarrón con una flor? ...
¿Qué hacer con él? ...
¿Cuál podría ser el enigma encerrado en tan delicada belleza? ...
¿Simbolizaría acaso las tentaciones del mundo? ...
¿Podría ser algo tan simple como que necesitara agua la flor? ...
Eran tantas preguntas ...

En un momento determinado, uno de los discípulos sacó una espada, miró al Gran Maestro, y a todos sus compañeros, se dirigió al centro de la sala y ... ¡Zas! Destruyó todo de un golpe.

Tan pronto el discípulo retornó a su lugar, el Gran Maestro dijo:

- Alguien se ha atrevido no sólo a dar solución al problema, sino a eliminarlo. Honremos a nuestro nuevo Guardián del Monasterio.

La Torre de Hércules


Hubo un gigante llamado Gerión muy poderoso y fuerte. Obligaba a sus súbditos a entregarle la mitad de sus bienes incluso sus hijos.

Llegó a aquellas tierras Hércules y mandaron un enviado para pedirle ayuda. Hércules aceptó la demanda y retó a Gerión a luchar con él.

Al cabo de una gran pelea Hércules mató a Gerión. Sobre su cuerpo levantó un gran túmulo que coronó con una gran antorcha. Luego hizo poblar una villa cerca del lugar y mandó que se escribieran los nombres de los que vinieran a poblarla.

La primera persona que llegó fue una mujer de nombre Cruña y Hércules decidió que así se llamara la población.

Leyenda enviada por Juan Carlos

Hylas y las ninfas

Cuenta una leyenda que hace ya muchos años, vivió en Grecia un hombre atrevido al que le gustaba la aventura. Entre los muchos viajes que realizó, dicen que cruzó todo el mar Egeo, atravesando numerosas islas griegas.
Partió de Atenas, pasó las Islas Cícladas, llegó a Creta, subió por Roda, se detuvo en Samos y cuentan que, cuando llegó a Quíos, esto es lo que le sucedió.

Cuando Hylas, que así se llamaba el aventurero, atracó en Quíos, se alejó de sus compañeros adentrándose en el bosque en busca de agua potable. No hizo el viaje en vano, pues pronto se encontró un manantial de agua fresca donde unas jóvenes jugueteaban y cantaban. Hylas no era precisamente feo y los años de viaje lo habían convertido en un hombre fuerte, por lo que no es de extrañar que una de ellas se quedara mirándolo con sus hermosísimos ojos verdes. Su mirada era tan profunda, tan intensa, tan dulce, que Hylas era incapaz de desviar sus ojos de ella. Poco a poco empezó a perder su voluntad, no sabía qué le pasaba, sólo que esos ojos le atraían hacia la joven sin poderse controlar.

Ya sin voluntad, se acercó al manantial y se metió en el agua. De pronto, unos brazos le aprisionaron alrededor de su cuerpo y sintió la presión de unas manos suaves y frías que no le permitían moverse. No podía hablar, no pudo pedir ayuda. Lo último que supieron sus compañeros es que había sido arrastrado hasta las profundidades del manantial, de donde nunca pudieron sacarlo.

La xana Galinda

Cuenta una leyenda que, por los años 790 a 800 de nuestra era, reinaba en la monarquía asturiana Mauregato, quien gobernó entre el 783 y el 788 d.C. Los reyes sucesores de Alfonso I, fundador del reino Astur, tuvieron que soportar la presión de los musulmanes. Mauregato, ante la presión musulmana, se comprometió a entregarles cien doncellas cada año, siempre las más bellas del lugar, a cambio de vivir en paz.

Una vez al año, los soldados del rey elegían a las jóvenes más hermosas y se las llevaban a la fuerza. Cuando llegaron al pueblo de Illés, encontraron a una bella niña, Galinda, quien huyó cuando vio que se acercaban. Atemorizada se acercó a una fuente, intentando esconderse de ellos. De pronto, escuchó una voz como un susurro que le decía:

-“Si quieres ser mi xana, vivirás días dichosos”.

-“¿Y qué debo hacer para ello?”, dijo la joven.

-“Bebe un sorbo de mis aguas y te encontrarás libre de peligro.”

La muchacha obedeció y observaba cómo los soldados la buscaban por todos lados hasta que se cansaron y regresaron a casa.

A la mañana siguiente, los soldados, buscándola sin cesar próximos a la fuente vieron cómo Galinda se había transformado en una hermosa xana, aún más hermosa que antes y también veían cómo peinaba sus cabellos en el borde de la fuente. Los soldados se lanzaron sobre ella pero, al instante, sólo con su mirada, los convirtió en corderos.
El rey, preocupado, salió en busca de sus soldados y se encontró con la xana.

“¿Dónde están mis soldados?”, le gritó.

“¿Qué soldados? ¿Te refieres a esos corderos?”

El rey se volvió, y comprobó cómo los soldados que le seguían también se habían convertido en corderos. Atemorizado por el poder de la xana, le suplicaba que dejara libres a sus hombres y que cumpliría lo que ella le mandara.

“Yo libero a tus soldados y, a cambio, tú romperás tu trato con los moros y nunca más entregarás a una joven asturiana. Si no lo haces así, cada vez que un soldado toque a una asturiana se convertirá en cordero aunque te quedes sin hombres.”

El rey accedió arrepentido, rompió su pacto con los musulmanes y comprobó cómo el rebaño de corderos se convertía de nuevo en sus obedientes soldados. Nunca más los asturianos volvieron a temer que los soldados se llevaran a sus hijas, porque las protegía la xana de la fuente.

La muerte de Doramas

Desde las alturas de Arucas, Doramas, el Guanarteme de Telde hostigaba sin cesar las tropas de Pedro de Vera. El conquistador español, dispuesto a terminar cuanto antes con esta situación, desplegó a sus hombres en un cerro cercano a donde Doramas tenía sus guerreros. Desde allí ambos ejércitos se contemplaban en espera de la batalla decisiva.

Fue entonces cuando se oyó a Doramas lanzar un grito poderoso, desafiando a Pedro de Vera, invitándole a luchar entre ellos de modo que aquel singular combate dirimiera el resultado de la lucha sin derramar la sangre de más isleños o más castellanos. Sin embargo, Pedro de Vera, aconsejado por sus hombres, desestimó el desafío, pero no impidió que uno de sus hombres, el hidalgo Juan de Hozes, abandonara sus filas y se lanzara en caballo en contra de Doramas.

No tardó mucho tiempo el caudillo canario en frenar la acometida, pues con una certera lanza lo mató. Ante esto, Pedro de Vera, cegado por el furor, arremetió contra Doramas. Lucharon ambos durante rato sin que la lid pareciese tener un claro vencedor. De repente, en uno de los lances de la batalla, uno de los escuderos del castellano hirió mortalmente a Doramas por la espalda, el cual cayó a tierra sangrando y moribundo. Desde allí increpó con desprecio al conquistador por su traición. Pedro de Vera ordenó entonces que le cortaran la cabeza y la clavaran en un pica. Así la llevaron al Real de las Palmas, exhibiéndola como un macabro trofeo.

Leyenda enviada por Menda

El castillo de Edimburgo

El Castillo de Edimburgo, construido sobre una roca volcánica, fue inicialmente la residencia real de David I, príncipe de Escocia y Conde de Huntingdon, en el siglo XII. Este castillo ha sido testigo de muchos de los conflictos de históricos y las guerras de la independencia de Escocia en el siglo XIV, así como el conflicto jacobita en 1745.

A finales del siglo XVII, se convirtió en una fortaleza militar. Pero, en su historia más oscura, fue escenario de muchas tragedias y muertes, lo que le han llevado a convertirse en un lugar encantado.

Edimburgo es una ciudad que cuenta con un montón de pasadizos subterráneos ocultos, una serie de túneles secretos que van desde el Castillo a la Royal Mile, su calle principal. Cuando hace varios siglos se descubrieron estos túneles, se mandó a un gaitero para que los explorara. Un gaitero para que, al tocar su instrumento, todo el mundo supiera por dónde iba.

Sobre la mitad del recorrido, al llegar a la Royal Mile, el sonido de la gaita se detuvo de repente. Un grupo de rescate fue enviado para buscar al gaitero, pero sólo se logró encontrar los restos rotos de la gaita. Nunca jamás se supo del gaitero, aunque muchos habitantes de Edimburgo cuentan que, en el silencio de la noche, se vuelve a oír en los túneles el sonido de una gaita.

Un día antes de que Cromwell atacara el Castillo de Edimburgo de 1650, se cuenta la historia de la aparición de un niño sin cabeza por los alrededores de la fortaleza. Dicen que este fantasma sólo aparece cuando el castillo va a ser asaltado de forma inminente. Aunque no ha habido nadie que lo haya visto recientemente, la gente sigue contando la historia.

En Edimburgo, curiosamente, hay un cementerio para perros. Como tal, hay mucha gente que, durante la noche, cerca del cementerio, ha oído ladridos lastimeros de perros, y en ocasiones perros fantasma que frecuentan el cementerio. También se comentan los fantasmas de los prisioneros de la Guerra de los Siete Años.

Mucha gente que ha visitado el Castillo de Edimburgo habla de situaciones paranormales que les han ocurrido en las habitaciones, sobre todo en las que fueron encarcelados presos. Algunos hablan de que una presencia invisible les tiraba de las ropas, o bien una caída brusca de temperatura, una sombra, el roce de algo invisible, sentimientos de ser observados y la detección de alguna presencia sobrenatural.

En el 2001, un equipo de nueve investigadores paranormales exploraron las habitaciones y los pasadizos secretos del castillo. Uno de ellos era una mujer joven que, en un momento determinado, se encontraba sola en uno de los pasadizos de South Bridge. Llevaba una cámara de vídeo para grabar lo que viera. La mujer dijo que, de pronto, comenzó a sentir una respiración en el cuarto en el que se encontraba.

Justo en ese momento creyó ver un destello de luz en un rincón, pero no quiso acercarse siquiera. Las únicas pruebas de aquello fueron unas fotografías en las que se aprecian unas densas manchas de luz, nieblas extrañas y una mancha verde.

Taliesín y el Awen

Cuenta una antigua leyenda celta, qué Ceridwen era una hechicera que vivía en medio del lago Bala.
Ella tuvo tres hijos: Morvran, que era muy hermoso, al igual que su hermana Creirwy (huevo de cristal) de quien se decía que era una doncella luminosa. Pero el tercero, Afag Du (total oscuridad), era el menos favorecido de los hombres.

En compensación a su fealdad, Ceridwen decidió preparar en su caldero mágico un brebaje para Afag Du que le otorgara la sabiduría llamada Awen, o espíritu de la inspiración.
Esta pócima la prepararía según las artes de los Fferyllt: debía hervir a lo largo de todo un año más un día, al final del cual se obtendrían 3 gotas capaces de darle el Awen a quien la tomara.

Ceridwen puso a dos personas a cuidar el fuego del caldero mientras ella salía a recolectar plantas: un ciego llamado Morda (gran bien) y un niño llamado Gwion Bach (pequeño inocente).

Pasó un año entero y en el último momento de la preparación, unas gotas del caldero salpicaron a Gwion quien, al sentir la quemadura en su mano, llevó ésta a la boca para lamerla, recibiendo al instante los tres dones de Awen: la inspiración poética, la profecía, y la capacidad de cambiar de forma voluntariamente. El resto de la pócima se volvió venenosa e hizo explotar el caldero, rompiéndose éste en dos mitades.

Por el recién adquirido don de la profecía, Gwion supo que Ceridwen intentará matarle por haber probado lo que estaba destinado a su hijo, así que usando su capacidad de cambiar de forma se transformó en liebre y huyó velozmente, pero Ceridwen, al darse cuenta de lo sucedido, le persiguió en forma de galgo. Gwion entonces se convirtió en pez, pero ella se transformó, a su vez, en nutria. Él se hizo pájaro, y ella halcón. Entonces Gwion se convirtió en un grano más de trigo en un granero; ella, sin embargo, convertida ya en gallina negra, lo engulló.

Este grano de trigo engullido logró preñar el vientre de la hechicera, quien a los 9 meses dió a luz a un bebé de gran belleza. Ceridwen, incapaz de matarle, colocó al recién nacido en una bolsa de cuero que abandonó en el río. El saco con el pequeño fue descubierto el 1º de Mayo por el príncipe Elffin quien, al contemplar al hermoso bebé exclamó:

-¡Mirad! ¡Tiene el rostro radiante!

Y es así que el niño recibió el nombre de Taliesín, que en galés significa "rostro radiante".

Taliesín, a pesar de tener tan tierna edad, era capaz de improvisar unos versos perfectos por virtud del Awen, por lo que se le designó poeta privado de Elffin. Más tarde lograró la fama como jefe de los bardos de Gran Bretaña.

Al alcanzar el Awen, Gwion, ya convertido en Taliesín, rememoró su verdadera existencia y habló de su estancia en el Castillo de Arianhrod y de las diferentes vidas que ha ido teniendo, en unos poemas recogidos en el "Libro de Taliesín".

Leyenda del Mico Brujo

En todo Centroamérica se conoce la leyenda del Mico Brujo. En algunas partes también le dicen la Mona.

Decían nuestros antepasados que había unas mujeres que a las once de la noche se daban tres volantines para atrás y luego tres para adelante; que esta mujeres tenían un guacal blanco y que a la última voltereta vomitaban el alma en el guacal. Ya sin alma, tomaban figura de monos o micos y se dedicaban a hacer diabluras.

Y así, estas brujas, acompañadas de la oscuridad de la noche, trepaban a los árboles y tiraban frutas a la gente. Se subían a los techos de las casas, saltando de un lugar a otro y arrojando pedradas contra las piedras de la calle. Muchas personas han tratado de agarrar y matar a la mona o al mico, pero de nada les sirve, pues cuando ya están cerca y creen tenerlo acorralado se les esfuma como por encanto.

También contaban nuestros antepasados que estas mujeres podían convertirse en chanchas grandes, negras y llenas de lodo.

Apenas veían a la persona “señalada, aligeraban su trote y comenzaban a gruñir. Embestían furiosamente a la persona y le daban trompadas y mordiscos en las piernas hasta derribarla y hacerla perder el conocimiento. Al día siguiente, la víctima amanecía molida y mordida, y con los bolsillos vacíos.

Vichama, el origen del hombre en Perú

Pachakamaq decidió un día crear al hombre y a la mujer, para abandonarlos a su suerte. Al poco tiempo, el hombre fallecería a causa del hambre y la mujer sobrevivió gracias a que se alimentaba de raíces. En una de sus excursiones en busca de un poco de alimento, imploró al dios Sol misericordia, apiadándose éste de ella y fecundándola con sus rayos.

Pero Pachakamaq celoso, raptó al hijo y lo mató. La madre, desgarrada de dolor, exigió al Sol que le castigara, pero el verdugo enterró el cuerpo para que no lo descubrieran y sembró en él para compensar a la mujer que pasaba hambre. En sus dientes depositó maíz. Al sembrar en las costillas y huesos germinaron yucas y frutas. De la carne salieron los pepinos, los pacaes y árboles, convirtiéndose la región en un próspero territorio.

No obstante, la madre seguía clamando venganza, pero Pachakamaq se ocultó del Sol en un lugar remoto para así evitar su furia. Decidido a hacer feliz a la mujer, el Sol le dio otro niño a partir del cordón umbilical del primero, y le prometió que no le pasaría nada porque por el día él lo custodiaría y por la noche la Luna sería la responsable.

El joven, de nombre Vichama, creció sano y fuerte y se aventuró por el mundo, dejando sola a su madre. A la vuelta, se encontró, desconcertado, a una multitud de personas desconocidas para él. Pachakamaq, en su infinita maldad, había asesinado a su madre y había creado a partir de ella hombres y mujeres. Lleno de ira, exigió a su padre el Sol venganza. Persiguió al asesino de su madre y hermano, pero éste se refugió en el mar, que se convertiría en su eterna morada.

A los habitantes los transformó en piedra, acusándolos de ser cómplices en el asesinato de su madre. Afligido por la soledad, buscó los huesos de ésta, los juntó e invocó a su padre, quién le devolvió la vida. Sin embargo, al verse solos, Vichama rogó al dios Sol una nueva creación. Éste aceptó y lanzó a la tierra tres huevos: de oro, plata y bronce.

Del huevo de oro nacieron los Kurakas y nobles; del de plata las mujeres de éstos y del de bronce los plebeyos.